jueves, enero 29, 2009

Se escapa entre los dedos

Su velocidad es la del rayo. Y no regresa ni como el hijo pródigo ni como el turrón. Es el tiempo. La realidad me lleva a cuestionarlo e incluso a añorarlo. En especial fragmentos, épocas y vivencias que fueron máximas, quedaron atrás y que ahora conviven en el reducto de lo anhelado. Ya fuera por personas, por circunstancias, por ganas... Me hacían feliz. Nada que ver con mi actualidad. Por mucho que pueda felicitarme de ejercitar mi sueño, la práctica del mismo me lleva al abismo. Todo por el asfixie indiscriminado, el disfrute impostado y las prisas incorporadas. De este modo el día a día se hace en cuesta. Y amenaza con quedarse, más allá de enero.

Entregado a mis cosas me pierdo de mis gentes, de mis escapes, de mis mismidades. Y lo duro es que la dependencia a la agenda me ha superado. Así es que me desinflo y soy lo que no o todo lo contrario en los flashes, los focos, los cableados... Con lo que teatro, lo mío es puro teatro. Imprimo una imagen surrealista que ni me corresponde. O sí, pero que se limita a los espacios más injustos. Y eso me preocupa.

Como la propia soledad, esa lapa insalvable. Ni con jabón desaparece y creo que voy perdiendo la propia ilusión, que es lo más fatídico. El vacío se ha apoderado de mis adentros y la gasolinera más cercana apunta a mucha espera. Así que debo convivir con el desespero pero en silencio. Levantar la voz sigue siendo una bajada a los infiernos de difícil digestión.

Tristeza lectora de mí. Pero los dedos van a su aire o desídem. Ellos manejan una barca descalza y perdida. Tendrá que congratularse y hacer comandita con el tiempo. Quizá así el giro no sea tan utópico.

sábado, enero 24, 2009

La utopía de las buenas noticias

Dejados de la mano o de la fuerza del vientón huracanado que nos ataca, me dejo llevar por las teclas y por la realidad embajonante. Un compañero feliz en su mismidad me increpaba ayer por la ausencia de buenas noticias en mis feudos radiados. Y es que llevamos una racha de maldad inquinada que no se merece minutos pero que genera tal impacto que darle la espalda se vuelve harto complicado. Que si el paro mayúsculo, que si la violencia inaudita, los héroes reconvertibles en villanos, las espías indiscriminadas, las madres cuestionadas por una bofetada del momento, las cuchilladas traperas... Así escribimos los días por mucho que nuestro interés sea escapar de tanto despropósito.

Poco nos aleja de la corriente embrutecida. De las mentes fuera de sí. De la crueldad de los datos. De las palabras dardificadas. Bueno, sí. Absurdeces como la del alcalde mexicano que quiso prohibir los besos apasionados. O el conocimiento de los orgasmos creciditos de las ladies arrejuntadas con ricos, ricos. Sin olvidarme de lo pornográfico en sí mismo que resulta que a los Beckham les paguen 34 millones de euros por mostrar carne magra o de photoshop.

El panorama merece una escapada sin fin. Mi agenda no me lo permite hoy, ni mañana. Puede que pronto. Aunque nunca podré esconder mi dependencia casi enfermiza a una labor que, con altibajos, siempre me compensa. Como lo es la gratitud de quien valora el esfuerzo o una forma de ser sin imposturas. Por más que el globo se empeñe en afanarse a ellas.

domingo, enero 18, 2009

Tan, tan...

El mundo exterior lleva a la confirmación de la teoría de una buena amiga comunicóloga. Y es que a cada paso nos topamos con seres afanados en ser algo impostado. Son los tan, tan. Esos que pretenden convertirse en seres ultra de algo, los más, los adalides y, en realidad, son unos títeres paupérrimos que se quedan en un intento peripatético. Ya sea en sus ideales, vestimentas, actitudes, modos, hobbies o palabreríos, lo cierto es que ejercitan una construcción pasmosa sin base real. Lo malo no es que quieran hacer creer algo a los demás, es que viven en su engaño y en su andamiaje social de caída picada.

Si algo tengo claro es que la diferencia no es sólo necesaria. Es vital. Nos conforma a mejor. Porque de la comparación o deducción de los otros siempre podemos aprender. Y crecer. A mejor o peor (o más). Pero está claro que el diferente tiene que ser un algo genuino, no una aproximación cutre o una fachada de apaños.

Piso las calles (propias y ajenas) y veo humanoides dignos de rareza y deconstrucción masiva. Obreros de la pseudocreatividad y postmodernos sin ánimo de integración. Felices en la espiral aislante. Y así, unos con otros, felices y los contra generamos los polos opuestos sin atracción y nos olvidamos de la unión forzuda. Puede que no nos interese a todos, porque la mezcla con la pega es otra en sí misma.

martes, enero 13, 2009

Perfectos desconocidos

Nos rodean, nos miran, nos silencian, nos inquietan... Están sin estar. Son ellos, los extras de nuestra vida. Del día a día. Generamos dependencias o necesidades que al final acaban por corromper la realidad relacional. Y lo cierto es que compartimos contextos o momentos, pero qué hay en común. El desconocimiento es inaudito. En ocasiones hasta abrumador. Pero el engranaje social nos reclama como piezzas del puzzle. Y así asumimos todos las presencias de los extraños, los otros.

Mi temporal no tiene que ver con nieves ni bienes. Más bien todo lo contrario. El año en nueve no parece tan prometedor. Quizá tenga que recurrir a un vuelta tortillas magistral,porque tengo ansias de cambio. Y lo peor es que tampoco sabría objetivarlo. Ni plasmarlo en palabras. Pero sí asumo que estos otros, que están como de prestado cada vez me hastían más, me los creo menos. Parece que el poner buena cara se va a acabar. Las reglas a veces nos aprisionan. Y así me siento. Infeliz sin causa. ¿Preocupante? No lo sé.

Y esto esto del desconocimiento me inquieta demasiado. Ser tan cuadriculado me juega demasiadas malas pasadas, por eso verme inmerso en el mar dubitativo. Aunque puede que extraiga respuestas del mal momento, de la superación suprasensorial. Por mucho que corra el serio peligro de ni saber quién soy. O en futuro.

martes, enero 06, 2009

¡Rutina, te necesito!

Nada que ver con Rupert y sus pelos imposibles. Mi reclamo de hoy, en este inicio de nueve anual es que ¡por fin! acaben los fastos, las comilonas kilocalóricas, los cariños de ficción, los aguinaldos críticos, las compras en compulsa... Todo sea por el retorno de la normalidad, si es que ésta nos perteneció alguna vez. O lo que es peor, si nosotros pertenecimos a ella. Estos días, las masas han estado coléricas por el paquete con paquete, el más difícil todavía a envolver y provocar impacto. Seguramente hoy muchos lo hayan logrado. Otros cuantos se darán de bruces con el descambio y lo que es peor, la cruda realidad rebajada hasta casi los infiernos. Y es que en estos tiempos recesivos, gastables pese a lo quejoso del sistema, ahora nos posicionamos ante el saldo como escapatoria de la depresión profunda. Nos recreamos como animales sociales malavenidos y eso siempre tiene consecuencias. El cúmulo de bolsas, una de ellas.

Por lo demás, mantengo mis esfuerzos por sociabilizar y hacer de la noche un marco respetable. Aunque los últimos intentos me siguen reforzando la idea de que al caer el sol los gatos son más que pardos. Muchos sacan mis peores instintos y una retahíla de preguntas existenciales. Tan diferentes, tan vomitables. De pena. Acabaré antisocial, huraño y amargado, pero lo prefiero antes que confurdirme entre absurdeces hechas carnes pero no cerebros.

Y a lo surreal del devenir, de pronto se hace cierta esa sorprendente y escurridiza popularidad. Si es que algo así es posible en una tierra menguante. En el contexto más raro, cuando menos lo esperas del anonimato aparecen unos ojos escrutadores, una pregunta súbita y una curiosidad cercana. Nadie prepara para este ejercicio. Y muchas cosas escapan del autocontrol cuando hablamos de la imagen propia frente a lo ajeno. Por esto y todo lo demás imploro a la rutina en toda su extensión a que se apodere de mi realidad. Que luego reniegue será otra historia.

jueves, enero 01, 2009

Doce meses, CientoCincuenta contextos

El contexto, en todas sus extensiones, reinterpretado, ansiado, soñado, reido, vivido, sufrido, criticado, ninguneado, temido, desvalido... Así puede resumirse en expansión todo un año de reencuentro vía blog. Fue un reto, un salto al vacío necesario aunque doloroso, por lo que suponía y trascendía el hecho en sí del volver. El balance siempre es una suma. Porque la vida en sí lo es. Y aquí, con más o menos profusión, he podido hacer un repaso de la propia. Con sus momentos, bajones, emo-tividades, surrealismos, ausencias o soledades mal entendidas o peor latidas. Pero lo importante es seguir contando, con quienes leen, con quienes comentan, con los que quieren, con quienes pasan sin hacer ruido pero están, con quienes niegan... Todos somos más.

Pido perdón por mi lenguaje ininteligible, por mis circunloquios, por mis absurdeces hechas palabras, por las ensoñaciones aquí plasmadas... Aunque defiendo el 'no me he inventado yo'. Sólo apelo al futuro, a la cercanía de lo sigue, a la estancia sin corturas y a los buenos deseos de ida y vuelta. Las gracias no pueden materializarse, porque cada cual o cuala sabe de mi gratitud. Así que sólo me queda esperar sin desespero a contar más allá de 150.

Y en este inicio de Año Nueve, volver a gritar los mejores deseos. Los míos son tres: salud para mis queridos, estabilidad laborable y latido de corazón estable. Quién sabe si puedo contextualizar aquí que el pedir pasa de ficción a realidad. Que así sea... 2009 besos.