lunes, enero 26, 2015

La cara B



Tenemos una vida ¿predestinada? Cada uno de nuestros actos, cada decisión, las personas que están a nuestro lado, todo lo fue (y lo es) en detrimento de otras opciones. Me remueve demasiado el pensar que soy víctima de pésimas opciones. Lamento ausencias y silencios, condicionados por el momento o por miedo. Y sí, me planteo qué sería de mi en caso de haber optado por el otro camino. Si hubiera sido valiente en unos casos, menos osado en otros. ¿Cómo se escribiría mi cara B? Puede que el contexto peripatético no ayude. Que mi autoexigencia cuestione en demasía. Pero hay demasiado vacío y una extraña sensación de rechazo a este yo que visto y calzo. Admiro a la gente que transita con alegría y despreocupación, mascando cada instante con pasión y espontaneidad. Mis taras me impiden soltarme la melena y pelear por lo que/quien quiero. Me hago bichobola sin remedio y me dedico a balancearme entre mi espada y la pared. Es enfermizo, lo sé. Hay sabios que nos lanzan a la acción, al frenesí de lo desconocido y construir desde ahí tal o cual propósito. Pero yo me quedo mirando desde lo alto del precipicio, esperando el empujón que nunca llega. Estoy cansado de sumar errores, de luchar contra una corriente que me hace nulo favor. He ahí la oportunidad de romper y empezar un reto con nombre y apellidos, los míos. Me quedo agazapado y temeroso, asumiendo que ese bienestar no me pertenece. Hay demasiado que psicoanalizar aquí, los divanes ya conocen mis dramas y nuestro diálogo se esfuma con demasiada facilidad. Tampoco me buscan las sonrisas cómplices ni los besos robados. Y me pierdo entre palabras e historias de otros para cimentar un momento entre paréntesis. El que he levantado, de lado a lado, para olvidar para siempre este tiempo (¡años ya!) de un cinta que pide a gritos un cambio de cara. 

sábado, enero 17, 2015

Los Chungazos



Asumo que nadie es políticamente correcto las 24 horas del día. Es más, superar el reto de exponerse a las cámaras y mostrarse sin dobleces me resulta muy complicado. Vaya por delante que yo no lo superaría. Pero de ahí a hacer del insulto y la zafiedad el valor diferencial van muchos pasos. La polémica expulsión de Los Chunguitos en GHVIP llegó tarde. El reality estiró al máximo su estancia en la casa, de la que ellos planeaban huir asqueados, con el fin de rentabilizarlo en términos de audiencia. Y vaya si lo hicieron, consiguiendo datos casi históricos (4,3 millones de espectadores y 31,5% de share). Las andanzas de la suma de pseudofamosos parece ha calado hondo entre los televidentes, con permiso del melenado de bendiciones  y futurología de mesa camilla.  El elenco singular, con princesa de pueblo hinchada por la vida, exconcejala onanista/exhibicionista o adán de liana incorporada sin taparrabos, entre otros, ha cumplido con el morbo del showbusiness. Se esperaba que el humor lo firmaran los hermanos por subtitular. Nadie dijo que sus maneras fueran finas, pero por el camino destrozaron colectivos, sensibilidades y educación. Mi reflexión supera las paredes de Guadalix. Si estos artistas, de giras y venidas, de amplios (¿?) círculos sociales y hermanas rotundas de glucosa piensan así... ¿Cuánta gente presumirá, como ellos, de comentarios neandertales e intolerancia supina? A estas alturas muchos defienden que la libertad ha sido una conquista. Y no es cierto. Es una lucha continua, incansable y rotunda frente a gentuza de esta calaña. 

Escupen por sus bocas de singles mal escritos cualquier cosa, llevándose por delante la dignidad de otros. No hay que pedir perdón a nadie por ser uno mismo, ni permiso para vivir conforme a unos sentimientos y/o necesidades. Considero tibia la medida de expulsar a Los Chungazos del programa y permitir su estancia en plató. Es un sí, pero no. Un modo de contener bajo los focos la esencia absurda de estos clows de extrarradio. Siempre defiendo que un medio de comunicación privado puede tomar cualquier tipo de decisión empresarial, por incomprensible que sea. Es ahí cuando el espectador debe tomar su propia decisión de hacer uso inteligente del mando. Con contenidos del medio público el debate es otro (y necesario). Pero aquí pienso que Mediaset se confunde, al mantener esa ventana de visibilidad y facturación de dos energúmenos de la palabra y los modales. No tengo nada en contra de su raza, merecen todo el respeto, el mismo que ellos han negado, una y otra vez, con sus embrutecidas bravuconadas de machos ¿alfa? Su escenificación en la gala de disculpas en alharacas hacia el colectivo LGTB (¡Vivan, vivan!) me resultó igualmente fuera de lugar. Como el beso de Judas a un amigo, encantado de servir a la causa chunga. ¡Qué pena! Cada día nuestra televisión pierde todo, por permitir que habitantes de este tipo ocupen horas y comentarios. Quienes amamos el medio no entendemos los niveles incomprensibles de encefalograma plano, referentes para muchos consumidores del electrodoméstico en tecnicolor. El off es la salvación.    
  

domingo, enero 11, 2015

Oh, cielos



De tanto esperar, desesperó. Así reza en el epitafio de A.S., un joven lleno de ilusiones, talento y energía. Parecía no ser suficiente, pues la realidad consumió su esencia. Tanto que acabó con su vida. Entre sus amigos era conocido como el luchador, incansable y armado de valor. Se ponía el mundo por montera y su primera respuesta era siempre una sonrisa. Desde bien pequeño sus padres le habían enseñado que este mundo era todo un reto. Que los cuentos eran eso, cuentos, y que los finales felices eran carne de guión. Tuvo una infancia feliz, por mucho que algunos le tildaran como el bicho raro. Siempre entre mayores, acabó hablando como ellos. Así que a los niños les parecía un extraño. Entonces cuando le preguntaban ¿qué quieres ser de mayor? contestaba segurísimo que hombre del tiempo. ¡Como Maldonado! De hecho unos Reyes Magos le sorprendieron con un mapa enorme que llenó de soles, nubes y rayos. Jugaba con ellos y se inventaba pronósticos llenos de anticiclones y borrascas. El juego se convirtió en empeño y superación personal. Tuvo que irse fuera a estudiar y cumplir su sueño meteorológico. Sus notazas avalaban su vocación. Tanto como su mirada, siempre perdida en el cielo. Decía que buscaba formas entre los nubarrones, pero cualquiera diría que se comunicaba con el infinito azul en busca de la predicción perfecta.

Pronto encontró trabajo en un importante canal de televisión. Iluminaba las casas de los espectadores con su personalidad única, esos ojos vivarachos y la cercanía, su marca personal. Se hizo un hueco en el día a día de tanta gente que veía en él mucho más que un contador de isobaras. Asociaba cada día a una palabra, que guardaba celosamente en su libreta de cabecera. Un día me confesó que la escribía tantas veces como hiciera falta, con tal de dejarse contagiar de su significado. Imagino que en esos días, de éxito y realización profesional, aquellas páginas eran la suma de su optimismo. Pero como le habían enseñado de pequeño, la vida era un ciclo. Y no siempre perfecto. Hubo una reestructuración en la cadena y prescindieron de su hombre del tiempo. Una voz en off se encargaría desde entonces de cubrir su papel, el que había construido con pasión y entrega. Desde ese momento se apagaron sus soles y la tormenta, en forma de lágrimas, se apoderó de él. Además, supuso el final de su relación de pareja. Algunos le habíamos advertido del carácter interesado de su chica, pero él con su bondad e ingenuidad negaba toda duda. Una pena. Ella fue ver cómo perdió su posición y perderse en busca de otro objetivo. Cayó en una brutal depresión. Una enfermedad durísima, a la que muchos tratan con frivolidad. Se encerró, calló y sufrió el paso del tiempo.

Dicen que salía de noche, a dar vueltas cerca de su casa. No tenía que esconderse, pero sus sentimientos le pedían a gritos ese aislamiento. Su castillo de naipes se derrumbó y con él se desdibujó su sonrisa. Su madre, el ángel de la guardia que no se separó de su hijo jamás, cuenta como él repetía una y otra vez: hay que esperar. Pero veía cómo se marchitaba. Se ponía cintas de sus intervenciones televisivas y lloraba amargamente. Ya no quería ni mirar a su cielo cómplice. El trabajo de sus sueños y el amor de latido infeliz que siempre había perseguido, los dos se fueron para no volver. Y él decidió seguir su camino. Hoy me toca vestirme de negro. Por él. Y sí, miraré a las nubes a ver si me reencuentro con su sonrisa.      

jueves, enero 01, 2015

Suma 2015



No necesito exclusivas ni retoques de PhotoShop, sólo buenas energías para dar la bienvenida al año nuevo. 2015, esperamos mucho de ti, no puedes defraudarnos. Más justicia y menos absurdez, por favor. Escribamos juntos un año tan apasionante como especial. Que la negatividad se exilie para siempre...