Su velocidad es la del rayo. Y no regresa ni como el hijo pródigo ni como el turrón. Es el tiempo. La realidad me lleva a cuestionarlo e incluso a añorarlo. En especial fragmentos, épocas y vivencias que fueron máximas, quedaron atrás y que ahora conviven en el reducto de lo anhelado. Ya fuera por personas, por circunstancias, por ganas... Me hacían feliz. Nada que ver con mi actualidad. Por mucho que pueda felicitarme de ejercitar mi sueño, la práctica del mismo me lleva al abismo. Todo por el asfixie indiscriminado, el disfrute impostado y las prisas incorporadas. De este modo el día a día se hace en cuesta. Y amenaza con quedarse, más allá de enero.
Entregado a mis cosas me pierdo de mis gentes, de mis escapes, de mis mismidades. Y lo duro es que la dependencia a la agenda me ha superado. Así es que me desinflo y soy lo que no o todo lo contrario en los flashes, los focos, los cableados... Con lo que teatro, lo mío es puro teatro. Imprimo una imagen surrealista que ni me corresponde. O sí, pero que se limita a los espacios más injustos. Y eso me preocupa.
Como la propia soledad, esa lapa insalvable. Ni con jabón desaparece y creo que voy perdiendo la propia ilusión, que es lo más fatídico. El vacío se ha apoderado de mis adentros y la gasolinera más cercana apunta a mucha espera. Así que debo convivir con el desespero pero en silencio. Levantar la voz sigue siendo una bajada a los infiernos de difícil digestión.
Tristeza lectora de mí. Pero los dedos van a su aire o desídem. Ellos manejan una barca descalza y perdida. Tendrá que congratularse y hacer comandita con el tiempo. Quizá así el giro no sea tan utópico.
2 comentarios:
Hola. Leí tu entrada. Muy buena, quizas tiene relación con esta que escribí hace unos dias:
http://ulisesask.blogspot.com/2009/01/donde-vamos.html
saludos
Ulises
Anímate porfa....si es que nos va haciendo falta ya un kebap.........mil besos.
te quiero
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