Escapando de mi realidad encontré mi consuelo. ¿O me consuela pensar que escapo y algo cambia? Los factores toman mi revuelo, a sus anchas, y contemplo mi película. Los actores quieren dar juego y se quedan en cameos simples y sin recorrido. La hartura de los quizás y las ausencias por justificar me queman. Mucho o más. No puedo evitarlo. Mis taras, traumas, males y sentimientos piden una pócima mágica para confundirse y evadirse de los hoy y mañana. Las vidas propias ganan terreno y la mía se achica. No busco culpables, señalo emociones, que es diferente. Quien se dé por aludido que se desaluda y guarde el saludo. Mendigar me mata, mi lista de necesidades se llena de faltas... puede que no de ortografía, pero dan al ojo. El cansancio de tanto, de esta mochila pesada y absurda me inquieta. Dudo del camino, cuestiono los sueños, erradico las ilusiones... Sus nefastos resultados no animan a alimentar su esencia. La mía propia se apaga y no alcanzo a lo alto de mi cima, donde están los lápices para reescribirme y dibujar mi yo. Mi auténtico compañero de viaje, perdido entre la nada que le aburre y abruma. ¿Qué queda?
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