La promoción de ‘Perfectos Desconocidos’ cuenta mucho
(demasiado) de la trama de esta película de Álex de la Iglesia. El mundo de la
pareja, expuesto frente a las miserias y mentiras humanas. Quizá no sea el
mejor resumen, pero sí el trasfondo sobre el que se articula este remake de
origen italiano. Con unas interpretaciones muy ramplonas y ciertas concesiones
a la fantasía absurdas, mi sensación final fue de decepción. Diré que el desenlace
me recordó demasiado a una serie cañí totalmente cuestionable. Eso sí, me quedo
con los temas que se plantean, especialmente el mundo ‘interior’, que de
exponerse nos abofetea, incluso de forma literal. Especialmente cuando se trata
del amor. No corren buenos tiempos para la sinceridad, así que cumplir con los
cánones de Disney es una utopía. Reconozco que nunca he entendido a la gente
que opta por llevar una doble vida, acumular falsedades y pretender salir
indemne. Puede que haya situaciones o contextos complicados en los que
finiquitar historias, aunque la madurez y no la genitalidad debiera entrar en
acción.
Ahora con todas las aplicaciones para ligar nos hemos convertido
en objetos de deseo a lo fast-food. De usar y tirar. Así es complicado que el
compromiso se solidifique. Quedan excepciones maravillosas, ¡hasta que el móvil
demuestre lo contrario! Porque es muy cierto que se ha convertido en una
prolongación de nuestras emociones y, en muchos casos, de las braguetas. El
desafío peliculero de exponer nuestro ‘aparato’ al juicio público puede ser
controvertido. Habrá quien no tema que la intimidad de datos se comparta, pero
es común que el bloqueo tenga razones de peso. Es triste pensar que la razón de
comunicación se pierda con nuestros seres queridos y la tecnología sirva como
soporte para el zorreo máximo. Igual soy un señor antiguo, pero es que todo eso
me parece vacío. Que la gente soltera puede actuar en libertad, aunque ese
libertinaje vía wifi me resulta innecesario. Quizá cambie de opinión algún día,
hasta el momento tengo claro el modelo emocional que defiendo y en él no tiene
cabida esa hipocresía. Ni el despiporre como doctrina. He dicho.
La amistad también vertebra esta comedia negra, exponiendo
que la confianza es justa y necesaria. De lo contrario no se puede definir como
tal. Cada uno elige qué familia no de sangre con quien compartir la realidad.
Se supone que en base a afinidades y cariño espontáneo. Hay que alimentar y
cuidar esas conexiones, no echar capas de incomprensión. Porque si no puedes
mostrarte tal cual con tu gente, hablar de corazón, incluso valorar los
silencios, ¿entonces qué vínculo es ese? Que le pregunten al personaje de Pepón
Nieto.
¡Que la realidad es imperfecta es de sobra conocido!
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