Miedo, susto, pavor, congoja, rabia, indignación, vergüenza, pena... No están todos los que son, pero son todos los que están, los sentimientos que acumulo al asistir a la ceremonia de descrédito que algunos intolerantes tratan de hacer frente a la felicidad ajena. Fue por una campaña concreta de un medio de comunición insólito, obcecado en tirar por tierra aquello que 'supuestamente' les incomoda. Cuánta hipocresía concentrada... La anécdota no es más que la piedra de una montaña de surrealismos personificados, esos mismos que se empeñan en hundir al que va por su camino. Duele saber que otros sí que viven de cara. La espalda la dan al sol que les calienta cuando los otros lo hacen por su moralidad difusa.
No logro entender qué lleva a tantos a zancadillear al resto, a fijar su maldad concentrada por su frustración egocéntrica contra los que tratan de avanzar sin mirar atrás. Se ceban en entorpecer el bienestar corrompiendo el estado de las cosas. Malmetiendo en sociedad tratan de abrir zanjas para dañar a diestro y siniestro. No les importa dejar víctimas ni manipular conciencias, lo suyo es el lado oscuro.
Creo que es tiempo por redundante que sea de desenmascar a tantos. De no permitir que hagan de las suyas con tanta desfachatez y amparados en la nada, sólo en la gana supina de fastidiar por fastidiar. Que se creen un muro y se hacinen todos en odio y ruina. No podemos dejar que nos enturbien los días, que bastante inestable es el tiempo como para que ejerzan fenónemos atmosféricos indeseables. Lamentables, a vuestras cosas...
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