Es íntimo. Continuo. Revelador. Como un hormigueo. De difícil explicación. Está. Es. Existe. Luego siento. Y mucho. ¿El cuándo? Cuesta poner fecha. No ayer. Ni el mes pasado. Muy atrás. Es innegable. Le quiero. No imagino mi vida sin él. ¿Es normal, doctor?
Por la sintomatología emocional expuesta, no cabe duda. Tiene lo que los profesionales denominamos el Síndrome del Latido Infeliz. Le explico. Responde a una inclinación amorosa hacia un objeto de deseo que se ve insatisfecha. De lo contrario no expresaría malestar, sino una corriente sensorial explosiva de muestras de afecto. Sin rodeos, ¿le ha rechazado?
Ni sí ni todo lo contrario. Como me recetó tomé unas dosis de Sinceridad por vía oral. Sumado al Jarabe de Cariño cada ocho horas. Ese cocktail medicamentoso algo cambió. Sentí que tenía fuerzas para abrir mi corazón. Y así, como el de una piruleta sin plástico, se lo entregué. Su respuesta quedó tan en el aire…
Siempre hay que contar con la otra parte. Sentir no se programa y no siempre se espera. Una radiografía del músculo querencial nos daría respuestas.
Yo rompería la máquina. Seguro. El problema es él. Y si sé que nunca será mío…
No siempre se gana. Mi única receta, tal y como lo plantea, son los sobres de Seguridad en Ti Mismo. Son recientes y con óptimo resultado de éxito. Así, al ganar en confianza quizá conquiste rincones de su corazón.
Por probar… Está claro que la automedicación no es lo mío.
2 comentarios:
simplemente genial.
se puede identificar todo el mundo.
muas
Después de leer todas y cada una de las palabras que has escrito solo te puedo decir que serán pocas las personas que no entiendan ese difícil síndrome del latido infeliz. Ojalá hubiese tenido esas medicinas jejje
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