Vaya por delante mi mismidad raruna. De ahí que la mera contemplación de un día de playa sea a mis ojos un circo de los sentidos. Y es que entiendo que el tiempo es cruel y no podemos dejar pasar oportunidad de tueste, pero tanta ansia me supera. Que cuando el verano casi ni ha asomado por el firmamento salgan al solete y en masa caracoles humanoides felices de airear sus cuernos. Triste retrato de tanta hiperpoblación parada con o sin causa. La colección de personajes es curiosa de análisis del Centro de Estudio de lo Absurdo. Desde las adolescentas hipergranizadas y en vía de teticidad, felices de ver a los chicazos retozar por los arenales... Pasando a los chiquillos dejados de la mano de sus padres y creando revueltas de moscas cojoneras... Señoras entradas en años y carnes magras, paseando colecciones de bañadores que ni harían las veces de trapo atrapapolvos... Cuerpos prietos que levantan no sólo la moral y se pasean en busca de las babas perdidas...
Resultan curiosas las técnicas para tapar cuanto menos y morenear cuanto más. Dando lugar a retorcimientos insólitos de las escasas ropas mojadas e intimidades tapadas. Todo con bastos ejemplares de que la elegancia parece estar reñida con la arena, porque cuesta no decir arggg a lo que se ve y se ponen. Aprobados pocos de estilismos patéticos con sobredimensión de la lorza y exaltaciones descaradas de la blanqueza cutánea Vernel. Que se lo hagan mirar y que se echen cremita, o mejor, tengan dos manos ajenas que procedan al refrote, con el consiguiente efecto de calor. Total ¡es verano! ¡Horrorrrrr!
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