Lo mío debe ser amar en tiempos conversos. Pasan cosas, escucho otras que vienen a cuestionar mis ideas de lo que debe ser una construcción afectiva a dúo. Pero me resisto a que me vengan con una sentencia firme de derribo. Sacaré mi voluntad y defenderé mi cuota de romántico de otro planeta. Toda esta intro tiene explicación. Una reciente conversación sumada a más donde se teorizó sobre las parejas abiertas, la no intención de poner palabras ni definición a las historias emparejadas. No lo entiendo, quizá no haya sabido actualizarme y permanezca anclado a los mundos arcoiris más teen. Aunque viendo ahora mismo la realidad jovenzuela parece que sí han captado que esto del querer implica renovarse o morir. Y los hechos evidencian que estoy muerto y en pleno proceso de descalcificación.
Nunca he sido infiel. Sufrirlo es otro contar. Pero jamás se me ha pasado estar con alguien y pensar en otro ni pasar a acciones mayores. Ni siquiera en los estados más iniciales. Eso de compaginar o guardarse ases en la manga por si las moscas... No es mi estilo. Y aquí es donde entra mi máxima de 'No hagas lo que no quieres que te hagan'. Quizá como un proceso de autodefensa, pero en la base como un auténtico valor emocional. Acepto que haya ejemplares con capacidad extra para repartirse, en todos los sentidos, pero considero que eso implica tantas cosas y resta otras en un proyecto de querer. Sí, lo sé, estoy resumiendo todo a Historias con mayúsculas, no a rollos que se escriben en trazo fino, se emborronan y repasan con suerte. Pero es mi escala de deseo innegable, el encontrar sin retorno. Por eso la sola imaginación de mi otro en manos ajenas, perdido en besos desconocidos, desatando una comparación automática... Como que no, me supera y me liquida.
Así que aviso a navegantes. Toma mi llave. Si tú me abres yo cierro. ¿Y tú?
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