Preso de un vértigo de difícil explicación. Miedoso y cansado a la vez. Víctima de una miscelánea de sentimientos y pesares que agotan y a la vez impulsan. Siempre a la espera y con la duda como compañera. Reconozco que no estoy en un buen momento, la suma de causas para mal hacen que el resultado sea un prototipo arrastrado por su propio destino, que no desafía a los hechos ni niega verdades prisioneras. Hasta que un instante, un dato, ha sido el detonante del derrumbe. Llegó el motivo, ahora faltan las consecuencias. Enfrentarme a los deseos sin caretas, verbalizar mi instinto, la necesidad innegable. Puede me arme de valor o no, pero al menos habré entendido que uno no puede luchar contra sí mismo y sus querencias.
Como tampoco puede luchar contra el ejército de la hipocresía y de las verdades sin medias. Ejemplares que van de ello y postulan banderas de amistades que lleva el viento. Víctimas de su propia mediocridad, adalidades de lo correcto sin seguir esa línea. Lo mejor es que la distancia actúe y evidencie tantas mayúsculas mentiras, tanta indignidad humeante.
Hola y adiós. Cada cual tiene lo que merece. Aplícate el cuento.
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