Más inhiestas que nunca las tiendas de campaña se accionan para beneplácito de tantos de-votos sectarios. Toca elegir, eleccionar y dar lección. O unas cuantas. Es tiempo de suma de parabienes y palabreríos de impacto. Sonrisas blanqueadas y retoques retratados. El mal no ocupa lugar. La conquista del indeciso, auténtico protagonista e impulsor del gasto, bien recuerda a un cortejo erótico-festivo. Mucho prometer hasta meter, o lo que es lo mismo hasta acceder al poder. La terminación –er demuestra la simbiosis efectiva del acto. Los candidatos electos se arropan de consejeros para afinar el discurso y acortar el camino hasta el corazón ciudadano. Un pretendiente hace lo propio con sus íntimos para enmendar errores pasados y potenciar cualidades en pos de evitar el rechazo. El fin (voto/amor) justifica los medios.
Toda iniciativa proactiva hacia el resultado es válida. Mentiras o medias verdades incluidas. La ceguera de la posesión anula como impulsa al desvarío. El careo con los rivales de urna o cama saca los peores instintos. Objetivo desarmar al otro sin argumentos en positivo. Restando uno suma, más cuando el objeto de deseo es de letras y no advierte tanta debilidad camuflada. Las poses son sólo eso, los eslóganes simplistas versos de amor de rima fácil. Y el 22-M la primera vez o primera cita para muchos con resultados desiguales. Ya se sabe: las prisas, la inexperiencia, lo sobrado de algunos, el paseíllo triunfal, las dos orejas y el rabo de la mayoría absoluta. Las elecciones/erecciones no siempre son generales.
Lo siguiente un guión de mínimos donde dije digo, digo Diego. En terreno ganador palabrerío impulsado por el viento y cariño en oferta. Las promesas hacen honores a su nombre y la rutina de lo cotidiano vence. ¿Dónde quedaron las expectativas, los sueños de príncipe azul impulsado por gaviotas y ramos de rosas rojas? En la cárcel del rechazo retumban los gritos de oportunidad perdida, de latidos sin compás. Sólo quedan otros cuatro años o la eternidad para volver a votar y que alguien salga dando botes de alegría. O no.
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