El paso temporal tiene muchas manifestaciones. Quizá demasiadas. Algunas evidentes. Otras silentes, pero imposibles de poner entre paréntesis y arrojar al olvido. Es el caso de la Navidad en todas sus dimensiones. A más edad, menos ganas de pasar por estas semanas de ingestas incontroladas, falsas apariencias, regalos a ciegas, conversaciones forzadas, envidias hiperbólicas, estrés guionizado... He intentado pasar de puntillas, mirar para otro lado, desoír tonterías, no empacharme, ni romper mis bolsillos pero resulta un reto imposible. Estamos programados para cumplir con todos los rituales y saltarte alguno puede tener consecuencias. Afortunadamente no he sentido ninguna, por el momento, y he tratado de empezar la docena de meses por escribir lo más renovado posible. Dejando atrás lastres, negando compromisos o malestares y posicionado un par de letras como lo más importante: YO. He pasado mucho tiempo sin comprender la importancia del egocentrismo bien entendido, pero las circunstancias mandan. Y aquí mando yo. Por eso lucharé por hacer de mis días una suma de momentos plenos, no un atropello de necesidades vacías.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario