Reconozco mi pasión por las
historias. La polisemia de vida nos regala tantos ejercicios contables que
nunca alcanzamos la saturación. Y me gusta que el cine sea así, un retrato
realista, un foco oportuno en miserias cotidianas, en palabras privadas, de las
que poder aprender. Un cineasta que cumple con mi pretensión del todo es Cesc
Gay. Me atrapó con su mundo coral y patético de ‘En la ciudad’ y ha vuelto a
conseguirlo con ‘Una pistola en cada mano’. Hay quien le acusa de lentitud
narrativa, pero yo defiendo su intromisión auténtica. Una vida es muchas veces
un auténtico coñazo, un discurso monocorde y una suma de sujetos sin sentido.
Que Hollywood nos haya engañado con el efectismo no significa que sólo haya un
modo de narrar. Aquí lo hace desde una perspectiva masculina múltiple, con la
incompetencia emocional como telón de fondo. Es un tema que me tiene un tanto
enfadado, porque creo que esa incapacidad que muchos pasean no es más que
producto de su dejadez. Asumo que no todos somos expansivos, pero creo en el
empeño de superar miedos, distancias y silencios.
Pienso que muchos se aprovechan de esa brecha para encontrar otro tipo de acomodo, más sencillo, obviando las batallas necesarias del día a día. La incomunicación sigue siendo el caballo de batalla de toda relación, del tipo que sea. En cada uno está romper la burbuja y volcar todo lo que inquieta. Lo peor es enquistar problemas, acumular reproches, caer en la desgana. Así no se construye nada, más bien se aniquila cualquier vínculo. La sinceridad está sobrevalorada por necesaria y, muchas veces, cruel. Pero sin ella seríamos producto de un engaño prolongado y ya se sabe que todo lo malo se vuelve en contra. ¿Quién quiere una biografía sinónimo de tomadura de pelo? Basta ya de excusas, de escudos y de medias verdades. La vida hay que afrontarla de cara. Comprendiendo que en cuestiones de sentimientos uno más uno no siempre suman uno. Los lobos con pieles de corderos desorientados ya no pasan la criba. Bang, bang. Me quedaré sin cartuchos, pero nunca sin dignidad.
Pienso que muchos se aprovechan de esa brecha para encontrar otro tipo de acomodo, más sencillo, obviando las batallas necesarias del día a día. La incomunicación sigue siendo el caballo de batalla de toda relación, del tipo que sea. En cada uno está romper la burbuja y volcar todo lo que inquieta. Lo peor es enquistar problemas, acumular reproches, caer en la desgana. Así no se construye nada, más bien se aniquila cualquier vínculo. La sinceridad está sobrevalorada por necesaria y, muchas veces, cruel. Pero sin ella seríamos producto de un engaño prolongado y ya se sabe que todo lo malo se vuelve en contra. ¿Quién quiere una biografía sinónimo de tomadura de pelo? Basta ya de excusas, de escudos y de medias verdades. La vida hay que afrontarla de cara. Comprendiendo que en cuestiones de sentimientos uno más uno no siempre suman uno. Los lobos con pieles de corderos desorientados ya no pasan la criba. Bang, bang. Me quedaré sin cartuchos, pero nunca sin dignidad.
1 comentario:
Mi más sincera enhorabuena por otro artículo sublime. Cada día te superas, si es posible.
El film refleja a la perfección la torpeza emocional masculina. Aunque esta no es exclusiva de su género.
Leonor Watling acierta de lleno con la frase "todos somos una cosa y parecemos otra".
Algunas son las decepciones que nos invaden en nuestra vida.
Ahora la cuestión es descubrir el origen de ese disfraz que nos viste.
Gracias por sorprendernos cada semana y por tu sinceridad.
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