No necesitamos ser esclavos del
calendario. Mucho menos en cuestión de sentimientos, porque perderían toda su
esencia. Hay quien encuentra negocio en impregnar de corazones nuestra realidad
y aspira a imponer su fetichismo de latidos previo pago. Es una tontería
supina, porque el querer no se estanca, se desarrolla cual ser vivo. Para bien
o para mal. Igual que los seres vivos. Y como sabemos, tantos se han ido por el
lado del mal... El caso es que defiendo la valentía del amor continuo. Sin
dobleces. De verdad. Nada que ver con el producto de una comodidad mal
entendida y una relación cogida con pinzas. No. Aplaudo las parejas que apuestan
a la inversa, sin ambages. Que no silencian los problemas, es más los ponen
sobre la mesa y son capaces de argumentar, debatir y encontrar salidas
oportunas. Me asquea el dejarse llevar por la circunstancia y el roce en suma,
sin mediar palabras honestas. Porque esa es la clave. Cada cual sabrá cómo se
gestiona en cuestiones horizontales, pero falsear planteamientos de amoríos por
cubrir un expediente resulta patético. Siempre digo lo mismo, pero hay quien se
empeña en cubrir ese hueco, papel, rol de enamorado con quien sea. Con prisas.
Ansiedad y cero criterio. Así no se construye nada, muchachada. Ese tipo de
persona suele tener disfunciones varias (esto se escribe habiendo pasado por) y
una suma de miedos que impide naturalizar el proceso amoroso. Se vuelcan (o
casi) en historias que no aportan más que vacíos y conviven con su necesidad
real. Caen en defender lo indefendible, convertir en buenismos los típicos
rancismos y así sucesivamente.
Mucha gente que aún no ha llegado a enamorarse
se pregunta qué se siente. Justo lo contrario a estas pseudo pasiones. El
estómago da ese vuelco. Sí. Lo da. No habrá mariposas, pero algo dentro de ti
indica quién es. Así, a las claras. Que luego pegues la vuelta es otro tema.
Las entrañas no mienten, nuestra psicología inversa sí. Y en estas la soledad
por deconstruir es básica para acceder después al mundo duado. Cada cual debe
entenderse, soportarse y, lo más importante, quererse. Sin eso no hay opción
para acabar arrejuntado y buscando nidito de dos. Mi nulidad sentimental me ha
pesado mucho en el tiempo, pero he llegado al punto de disfrutar de mi yo. Y punto.
Ni pienso en esforzarme por, ni aspiro a tener nada con. Es más, me da una
pereza horrorosa. Como María José Cantudo, igual. Más cuando sales a las calles
y te encuentras con fast food love. O ligoteo low cost. Hordas de desesperación
se entregan al trago más frenético. Embutidas presas se alborozan cuando los
cazadores disparan. Se me entiende. Que es un rollo macabeo y se necesita a un
ejército de CSI para localizar a ejemplares ajenos al embrutecimiento y lo
chabacano. Su suma de muescas triunfales supera en número a los que reparten
cada día en la cola de la charcutería. Nada fina. Y uno tiene sus límites. Por
eso me reía el otro día del San amoroso, que debería mutar de Valentín a
Calentín por mímesis con los tiempos que corren. Lógicamente, también en
reflexivo. De momento, mi única reflexión es esta. Con amor. Mi amor.
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