Estamos de paso. Pero si, de paso
que estamos, hacemos las cosas bien, mejor. Cuanto más alcanzamos a saber del
despropósito de realidad que nos han confeccionado entre unos cuantos los
niveles de indignación, hartura y quemazón superan límites admisibles. Conviene
no olvidarlo y emplear esa información a futuro, para penalizar según
corresponda. Pero he aquí cuando cada cual debe hacer una lectura
introspectiva, un análisis de ombligo sin dobleces y sacar conclusiones. Porque,
nos guste o no, todos nosotros hemos contribuido, de una u otra forma, a elevar
el surrealismo. Entonar meas culpas, entender fallos y malos hábitos
profesionales, ciudadanos, emocionales nos llevará al camino de la liberación.
Los abusos de autoridad, los desprecios sin sentido, los egos sin curar... Todo
eso que suma y nos resta, ha creado este estado de las cosas. Me niego a
contribuir más. No quiero tolerar a indecentes caraduras, jetas que no valoran
los ejercicios profesionales, insospechados ejemplares venidos a más, no
conmigo. En nosotros empieza la construcción eficaz de un mundo de
posibilidades, de ilusiones y verdades expuestas. El resto no es más que
menudencia sometida a los fantasmas que nos consumen. El yo en positivo es la
vitamina que cada día debemos ingerir. El camino nos impone hacer de nuestra
marca personal un impulso. Estamos en una guerra y debemos ser conscientes de
nuestras mejores armas para la contienda. Y las sonrisas siempre son efectivas.
Pese a quien pese.
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