Hay muchas actualidades. Unas más
tremendas que otras. Pero en estos últimos días se viene hablando mucho de
armarios. Y no porque Ikea haya lanzado su nuevo catálogo (que también), sino
por la espontánea declaración de amor lésbico de una Miss España. La bellísima
Patricia Yurena Rodríguez ha llegado a lo más alto en certámenes
internacionales y poco tenía que perder en mostrarse sin dobleces. Fue en una
foto y con un pie de tal muy elocuente. Romeo y Julieta. Y donde muchos
hubieran esperado a un fornido Ken, aparecía una muchacha. La responsable de
erizar su piel día a día. Los comentarios incendiaron las redes sociales y la
protagonista asumió con total normalidad su muestra de amor. Un gesto que habla
de libertad, normalización, avances, dignidad... El mismo que silencian, por
miedo, tantos y tantas en su pleno derecho de guardar intimidad, pero víctimas
de las consecuencias sociales de mostrarse tal cual son, tal cual quieren. He
ahí el drama. No en el ejercicio personal e intransferible de salir del mundo
gris y oscuro de las mentiras, del ocultismo sentimental. Sino del efecto que
la verdad tiene sobre las carreras profesionales, la imagen pública, el entorno
familiar, de quienes aman en contrasentido. Si se pude considerar contrasentido
AMAR, así en mayúsculas.
Toreros, futbolistas, cantantes, peones de obra,
modelos, bomberos, policías... Un desempeño profesional poco tiene que ver con
las cabriolas de cama que cada cual realiza con quien le da la real gana. Las
mentes obtusas siguen negando y condenando al ostracismo, en mi opinión por
traumas y bajas pasiones mal curadas. Llamó mi atención que, al rebufo de la
guapísima con banda, una presentadora de televisión lanzara un discurso que
pretendía de máximos y resultó de mínimos. Si quería normalizar se mostró
descafeinada, porque no dio el paso al frente definitivo que se espera de
alguien con notoriedad pública, que puede ayudar a un gay o lesbiana de pueblo
a tener un referente real. Se necesitan modelos en positivo para construir una
identidad pública fuerte, capaz de asumir la lapidación verbal, cuando no
física, que los neandertales ejercen sí o sí. Chueca hay sólo una y fuera de
sus límites no es fácil expresar deseo, acariciar a tu pareja, caminar juntos
de la mano, besaros como si no hubiera un mañana. ¿Quién tiene que dictar las
normas del amor? ¿Por qué juzgar a los otros por sentir? ¿Hace mejor o peor
persona a alguien que su pareja sexual sea un hombre o una mujer? ¿Cuándo
dejará de ser noticia que alguien salga del armario? ¿Cuándo dejaremos de cotillear
sobre qué o quién gusta a tal o cual persona? Es absurdo perder energías y
hacer de nuestra vida una mentira a cuenta de la ineptitud ajena. No es
necesario etiquetarse, ni mucho menos, pero nunca negar la esencia personal.
Compartirla es decisión propia.
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