Algo muy gordo, o el Gordo
directamente, tiene que pasar para que el 22 de Diciembre sea bueno en mi vida.
El destino lo asocia a disgustos, tropezones, decepciones... Será caprichoso el
calendario o una fijación personal que remarca lo malo en un día tal, pero me
cuesta pasar estas 24 horas. El tiempo, dicen, lo cura todo. Y no siempre es
cierto. Porque hay recuerdos, flashbacks inoportunos, sensaciones que te hacen
pequeño. No de edad, de angustia. Y hoy es uno de esos días en que se me
acumulan todas esas trabas, esas muescas en negativo. Últimamente siento la
necesidad imperiosa de un cambio radical, de una liberación, de respirar y
reencontrarme con mi esencia. El momento mengua, incomoda y frustra. Desde esa
premisa construir algo se antoja complicado. Y cuando la bola se hace más
grande el bichobola crece de forma proporcional. Como los Pokemon, pero sin
cromos. Sigo sin entender la absurdez supina que parece tenemos que encajar. El
poder que no me representa, los desvaríos que nos han traído hasta aquí. Hasta Facebook
me pregunta '¿Qué estás pensando?' y yo le diría tantas cosas y ninguna. Fuera
de juego, bloqueado, desanimado. Sé, positivamente, que este no es mi momento. Llegará,
espero. Lo necesito. Me cuesta reconocerme y eso me alerta. Por suerte mañana
será 23 de Diciembre y espero que el día me sorprenda. Cruzarme contigo inesperadamente,
regalar palabras perdidas, reírnos como nos gustaba, besarnos hasta infinito...
Soñar es casi gratis y sino que se lo pregunten a quienes hoy se han visto
sacudidos por la suerte. ¡Protagonistas del Telediario! Carne de foco de Mariló
o AR. Ojalá los euros tengan un efecto positivo en sus vidas, tanto como la
salud para los que buscan consuelo. El mío aspiro a que sigan siendo las
palabras. Sin necesidad de niños repelentes de San Ildefonso ni Mocito Feliz
que quiera colarse en la foto.
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