Hoy para muchos es un día más, vacío de contenido. Para
otros tantos este domingo es todo un símbolo, la expresión máxima de la
libertad robada, silenciada, dormida… Y es que cada 28 de Junio, hace ya unos
cuantos años, se celebra el Día del Orgullo LGTB (lésbico-gay-transexual-bisexual).
Una fecha en el calendario y mucho más, el emblema para millones de personas en
el mundo, víctimas, en su mayoría, de intolerancia, desprecio, rechazos varios…
¿Y todo por qué? Ni más ni menos que por querer diferente, a su manera, rompiendo
con lo establecido. Pero, ¿quién dicta qué es normal y qué no? Cuando uno gana
en años y canas no asume tanta sinrazón y se carga de argumentos frente a los
obtusos de mente plana. Pero, cuando se despierta a esos sentimientos a la
contra se sufre. Y mucho. El pesar de la incomprensión, los miedos infinitos a
sufrir la bofetada (real o no) de los tuyos, la necesidad de buscar escondites
y susurros temerosos. No es fácil transmitir toda esa suma de malestar. Por
suerte, los tiempos han ido a mejor. Hoy se habla más de homosexualidad,
existen referentes públicos, ídolos reafirmados y aplaudidos por su valentía de
visibilidad. Sin armarios, sólo con vestidores abiertos al querer, a cada
latido de libertad. En España la conquista del matrimonio igualitario fue un
antes y un después. Esta semana celebramos el #LoveWins de EE.UU. y serán
muchas parejas las que articulen el ‘Sí, Quiero’ con todas las de la ley. Pero,
¿qué pasa cuando ya no están los focos? Cuando los titulares pasan de fecha y
las banderas se guardan en el cajón de las reivindicaciones. Pues, ni más ni
menos, que la realidad impone aún demasiados ejercicios de negación, insultos,
golpes, despidos injustificados, miradas de desaprobación, familias rotas,
lágrimas sin consuelo… Eso me encoge el corazón, porque nadie tiene derecho a
negar un sentimiento, tan personal e intransferible. Quien ocupe mi cama es
sólo asunto mío. ¿Por qué he de pagar los platos rotos del egoísmo de otros?
Nadie tiene que imponer modelos de vida, hagamos del respeto un valor social en
mayúsculas. Sólo entonces podremos darnos la mano y besos espontáneos sin mirar
atrás, con ese nudo en el estómago que no es el del amor, sino el del pavor. A
que te hostien por ser tú. El día que no tengamos más que celebrar que el hecho
de vivir, como si fuera poco, entonces, cuando no importe quién alegre tus despertares
ni quién llene tu whatsapp de mensajes para enmarcar, sólo entonces habremos
terminado de conquistar la capacidad de ser nosotros mismos. Esa que algún día
un acomplejado reprimido e incapaz de asumirse nos robó.
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