Han pasado siete años. Parecen muchos, pero a su lado es
como un suspiro. Como el aire fresco que siempre imprime a cada momento.
Entonces apostó por un cambio. Por descubrir opciones en una tierra que sentía
propia, pero sabía que no sería fácil. Nada impidió que se abriera un hueco
irremplazable, en su destino profesional y en las vidas de quienes somos
afortunados de tenerla cerca. Lo nuestro fue progresivo, una historia de
amistad bien entendida. Compartíamos mucho y, poco a poco, sabríamos que la
conexión era de banda ancha. Aún recuerdo cuando me ayudó con las maletas de
una gran ilusión. No tenía que hacerlo, pero salió de ella el estar en un
contexto tan señalado. Después han sido tantos, con mil motivos y siempre con
sus consejos. Unidos a su mirada cómplice, observando y analizando para
intervenir con corazón y cabeza. Es un gustazo ser público de sus realidades,
aplaudir su crecimiento y entender que la autenticidad no se elige. En
deportivas o subida a unos tacones. Acurrucada en el sofá o entregada al
universo evento. No importa el lugar ni el cómo, a su lado la emoción está
asegurada.
Sabe rodearse y es un placer compartir sus círculos más íntimos.
Como en una serie de personajes adorables, donde pasa mucho. No siempre bueno, siempre
de verdad. Tiene demasiado por escribir, porque su talento no conoce límites.
Algunos sí, esos que ha transitado en el mapa del mundo. Fotografiando
instantes y lugares únicos, absorbiendo la esencia de la curiosidad infinita.
Me gusta que me abrace fuerte, sentir que todo irá bien mientras parloteamos de
paseo por la playa, en su sofá o sentados en su coche. Cuando habla de su
familia es puro brillo. Así se entiende que sea una bondad con patas y bien
largas. Porque sus padres cumplen con su cargo y han educado a sus tres chicas
en unos valores de nota. El ADN de este núcleo de la sangre se construye de
sensaciones y juntos bordan el papel. Temo el día que me diga que hasta aquí,
que cierra etapa y se aventura con la pasión a otra parte. Lo entenderé, pero
me dejará un nudo en el estómago y un vacío con nombre propio. El de mi Marta,
mi chica siete más tres. La suma de diez que no me canso de calcular. ¡Gracias
por tanto!
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