domingo, noviembre 18, 2018

Taras en bucle



Puede que las prisas nos lleven a radiografiar demasiado rápido a las personas. O que la experiencia permita identificar al vuelo cómo son. El caso es que llevo un tiempo compartiendo el mundo de las taras, las propias y las ajenas, descubriendo que nuestro grado de tolerancia es cada vez más reducido. Creo que nos perdemos mucho porque ese aguante ha menguado infinito. Somos seres llenos de miedos, rarezas y absurdeces que nos construyen, así que no hay nada malo en aceptar a los otros. Está claro que es importante conocerse y conocer, pero también entender y empatizar. Se nos olvida que las realidades cambian y muchas veces están ocultas bajo capas de superación. Ese ejercicio de seguir, pese a todo o todos, es muy sano. El recrearse no ayuda, por mucho que resulte un peaje necesario. Los últimos meses han sido convulsos, intensos y creo que han supuesto un aprendizaje que valoraré con el tiempo. Me quiero quedar con eso y hacerlo extensible a los demás. Porque la vida nos regala momentos y personas que no debemos relativizar, sino todo lo contrario. Para bien o para mal, todos somos unos imperfectos tarados.

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