Cuando el contexto o el ser se superan o devalúan de sí mismos y su naturaleza algo falla. De un tiempo a esta parte(s) se produce un efecto de ensimismamiento común y peligroso, con humanoides subidos a un pedestal de propia construcción e ideas vagas, cuando no nulas como argumentario y modos de proyección. Un crecimiento impropio o un lugar injusto o de lotería sin motivo hacen que vean el mundo y a los restos desde su atalaya. Por encima del bien y el mal. Con inquina, rancismo y tontería supina. Todo en una ceremonia de la confusión, la baratura y la pena en grado superlativo.
Hoy en día muchos en modo y rol surrealista se ven y posicionan desde ese altar que ahoga a los demases, a los adláteres que por infortunio sufren este vuelo tontuno de protagonismo caótico y absurdo. En el mundo nos rodean muchos otros que lo conforman y dan vida a los primarios o secundarios de nuestra hoja de ruta, pero el destino nos pone frente a estos prototipos/as inmundos/as que se creen algo sin razones ni galones para ello. El tiempo les hace un flaco favor. Más bien es un ejercicio de onanismo que deja demasiados damnificados a sus pasos. Puede que haya quien les haga frente, pero tienen un mecanismo de resbaladizo plus que les entra por unos orificios de suciedad y les sale por otros. Nos amargan, nos molestan, nos maltratan, nos niegan... Pero alguien o su autocarencia a ser más siguen permitiendo esta jerarquía del vacío humano. De la mezquindad. De las palabras como cuchilladas o balazos. De las palabras como homicidios con alevosía.
Pero hay que gritar, patalear y dar de lado a estas personas que se retroalimentan de su crueldad, de su baja catadura moral, de su cero convivencia, del humanismo perdido y del dañar infinito como objetivo. Sus razones no son más, sus visiones no son las únicas, sus órdenes no tienen peso... Hay que recolocar el paisanaje y abrir sus obtusos cerebros, sus corazones de madera de desley y recordarles que si somos es en suma. Que no son los matemáticos que nos operan a su imagen y semejanza. Que tenemos entidad propia y sabemos reivindicarnos por mucho que se hayan acostumbrado a sentar cátedra. A mirar por encima de nuestros hombros con sus actitudes de lobos sin refugio. Presos de su oscuridad.
Por eso tenemos que acabar con esas grandezas construídas a base de mal. Deconstruir sus episodios de vileza y hacerles saber que somos, estamos y existimos. Por mucho que se empeñen en lo contrario.
P. D. Y a cuento de la no grandeza qué decir de las fiestas de Santander mal adjetivadas así. De pena, penita, pena, que cantara Lola. Oportunidades perdidas, todas. Tonterías urbanas y pijerío carca, más. Callejones sin salida y anclaje en ideas y pareceres que nos ahogan. Las gaviotas se indigestan.
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