Parece que La Casa Azul se empeña en que retumbe mis tímpanos. Que personas se empeñan en considerarlo así. Pero, mira, definitivamente no. Éste no es mi momento más feliz. Quizá tenga motivos para ello, o eso juzgan los otros, pero la realidad (puta, cruda o macabra) se empeña en lo diametralmente opuesto. Y no me congratula ni mucho menos. Sin ir más lejos que al día de hoy un alguien aludió a mi pasado. Entonces se me veía menos dispuesto, hasta a la defensiva apuntó. Hoy se me visiona tranquilo, entrañable, natural... Debo ser un buen actor. O es que el resto de actantes no se coscan ni de media.
Puede que me invada una nostalgia en negativo, pero volvería a otros momentos y episodios vitales. Por muchas circunstancias, pero en esencial humanas. Y no tienen que ver con el latido corazonero. Allá que cada cual juzgue los porqueses. Pero por esos allás me sentía más pleno, arropado, rodeado de verdad... Ahora la isla se reduce y el diminutivo puede ser demasiado asfixiante.
Los sentires propios así son, incomprensibles y poco transmisibles. Por mucho que una el tiempo y el cariño, el hacer partícipe a otro ente humano de tu interioridad intrínseca es tarea difícil. En estos tiempos me valoro mucho y para mal. Por ello tampoco quiero cargar a nadie con mi maleta de oscurantismos en suma. Puede que la quema de etapas, o la montaña en la actual se vinculen en un mix del todo explosivo y agonizante. Y el futuro está cercano y la vía de salida sin iluminar. Quizá el brillo proceda del recodo menos esperado. Toca, por tanto, espera.
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