Hay crisis y críticos. Luego ya están las personas inmersas en su propia maldad, buceando entre sus miserias y tratando de no derramar su putrefacción a los restos. Los pocos ejercicios de vida social que me facilita mi laboriosidad demuestran la necesidad de muchos de sacar la cabeza (léase el término en su variedad) social sin morir en el intento. De ahí que las poses, medias verdades, caras peripatéticas, arrugas con disimulo, hipocresías de corrillo, miradas atronadoras... sean un ejercicio constante de desfachatez pública. Esa inverosimilitud del que no es nadie se lo crea y pavonee inmisericorde, con regodeos y fanfarronería, es una constante. Y por mucho que prometan sus ausencias, regalan sus sobreactuaciones.
Está eso frente a la persona que en realidad tiene motivos sobrados para sobrarse pero que actúa con una naturalidad pasmosa. Incluso excesiva. Dando paso a las dudas, a cuestionar si tal proceder no será motivo de estudio para calar a bien entre las gentes, ávidas por alzar a nuevos ídolos, pero celosas de los minutos de gloria perdida.
Hallado allí cuestiono todo. Mi presencia, mi futuro... No entiendo cómo gustan de la necesidad de contextos y escenarios de dobleces. Prefiero la llanura de lo cotidiano que la concesión a lo magnífico. En caso de darse tal cosa. Si voy es por el puro compromiso y valoro mucho el poder extraer ideas así para no caer en el fango del surrealismo hipócrita. Y las pajaritas de quita y pon.
No hay comentarios:
Publicar un comentario