Es curioso como los dictados de lo frívolo nos imponen una imagen precisamente imponente. Lo que supone unos esfuerzos y gastos extra para conseguir el efecto boca/abierta en los otros, deseosos de cuerpos de catálogo con los que cabalgar a las montañas del deseo infinito. Así las cosas muchos se suman a la cruzada de reinventarse para exprimir sus potencialidades musculizantes o corpóreas y conseguir un resultado óptimo. Lo cual no siempre es fácil, porque el exceso se da y la grima puede entrar en acción... Mientras otros nos dejamos de la vida y el amor, nos preocupamos por las cosas del día a día y no jugamos a la construcción masiva para depositar las esperanzas de conquista en la arquitectura vía mancuernas. Por mucho que la envidia poco sana enfrente a los dos bandos.
Pero lo bueno es estar en uno y disfrutar de las bondades del otro. Ecuación que no siempre gana. En mi caso sí. Estos días tuve ocasión de acompañar a los Kens de Cantabria en su cruzada por el guapismo del terruño. Y al estar con ellos, al calcular sus índices de no masa corporal, al darles a entender que el aceite no es necesario para ser grandilocentes (sobra con el que otros muchos pierden) o que el compañerismo debe estar por encima de todas las zorras y viceversa... me entendí más a mi mismo. Fue gratificante compartir tantos momentos con gente con ganas, inocente en muchos casos, de vueltas en otros, sensibles o crecidos, pero siempre ellos. Muy de verdad. Algo tan insólito en estos tiempos. Les echaré de menos.
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