No sé mucho del hecho ermitaño, pero estoy convencido de que esa realidad me resultaría más propia que esta sociedad que nos estamos regalando unos a otros. Confundidos entre mentiras, miserias, irrealidades, confusiones y banalidad, nos dejamos llevar y perdemos nuestro propio Norte. Es triste porque así desdibujamos nuestra personalidad para caer en las redes del grupo engullidor, asfixiante y ridiculizante. Es pisar las calles, salir de noche, ver grupos humanos y no entender nada. Los otros parecen extraños, como autómatas de un baile descoordinado, sin fin alguno. Y si algo tengo claro es que eso no lo quiero para mí...
... Mucho menos el saberme víctima de una falsedad. O cómplice de ella. Es tan penoso como lo que para algunos sea su pan de cada día, para otros resulte aún arma de destrucción masiva. Lógico. El desequilibrio de fuerzas sale a flote y al final sólo unos pocos pueden tener la conciencia tranquila.
Puede que reitere mi esencia de ejemplar dramas incorregible. Que vea los vasos vacíos. Que permita vencer al no. Que me decante por el lado oscuro de la vida. Puede que no esté atravesando un buen momento y que juzgue sin miramientos. Pero las letras mandan y me impiden tolerar que tanta mentira, tanto engaño sigan reinando en nuestras vidas como si tal cosa. No quiero saberme víctima. Ya no más...
No hay comentarios:
Publicar un comentario