Bodas de pega, padres ausentes, amigas en la frivolidad, amores con cheque, armarios de doble fondo, complejos sin todo incluído, mafia venida a más... puede que mi vida no sea tan mala. Y si lo es siempre es susceptible de mejorar. Pero no me importa, porque sin mi hoy no podré escribir mi mañana. Y el ayer fue el mejor testigo de mi yo. Confío en la esencia de las personas, en elevarla a sobre intereses, necesidades, miedos... Construímos nuestra realidad sin apearnos del andamio de la sociedad, desde el que podemos controlar a los demás y reforzar nuestras estrategias de éxito. El problema es que olvidamos que el fracaso entra en juego y su azar resulta demoledor. Nos cuesta entender que se extrae una lección del bien y del mal. Estoy en ese proceso. He desempañado los cristales de mis gafas, así que mi mirada ahora está limpia. Pienso caminar con la convicción de ser yo, quererme y respetarme, para poder así hacer la onda expansiva hacia los otros. El resultado me reforzará: los perdidos al río, los encontrados a su cajón correspondiente. Y al final vuelvo al principio, yo y mis circunstancias dejaremos mucho que desear, pero qué decir de muchos más... Culebrón el último.
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