Quiero pensar que si pasan los años sea para conseguir la mejor versión de nosotros mismos. Miro hacia atrás y no tengo motivos de arrepentimiento. O quizás sí. Pero eso ya no importa. Mi vida es el hoy. Y seguramente el mañana que me queda por escribir. Por compartir, por descubrir, por sufrir, por vivir. La vida es el mejor cúmulo de circunstancias de todo tipo que nos hace lo que somos: personas. Por mucho que haya intrépidos que se afanan en desprenderse de esa categoría sensorial y emocional. Nunca me he apeado de mi esencia, pese a los golpes, decepciones y ruindades que tantos días en suma me han deparado. Hoy cumplo con la vida y conmigo mismo. Con mis posibilidades, sueños, oportunidades... Con los besos que no di, con las caricias que me esperan, con las palabras que ansían verbo, con las miradas que inquietan y las sensaciones que impactan. Sólo por eso tengo que levantarme y aparcar mi ansiedad, peor enemiga, mi huidiza autoestima, y saberme protagonista, de una vez por todas, de mi propia película. Gasto energías en tantos, sin esperar nada pero necesitando tanto. Y el balance resulta tan pésimo que no puedo permitirme más caídas. Ya no. Si el tiempo se alía en mi cruzada sabré filtrar el bien, mis latidos eficaces, mis quereres de verdad. Estoy cansado, mucho, pero me debo un estreno de alfombra roja. Chispeante, frenético, emotivo, sensorial... conmigo. 29 puede ser una cifra, pero también es la metáfora de una vida que quiere superar las matemáticas y las canas para ganar a la vida.
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