Esperando nuestro momento podemos
perder mucho más que la fe en nosotros mismos. En estos tiempos de noes y
absurdeces generalizadas más vale quitarse toda la ropa, y más los complejos, y
enfundarse el disfraz de superhéroes de lo cotidiano. Porque tenemos miedo, sí,
pero podemos y, es más, queremos. Queremos una vida. Queremos que nuestras
ilusiones sean realidad. Compartidas o no, a elección. Queremos soñar sin que
nadie nos quite el sueño. Queremos querer, por supuesto. Pero querer bien. No
como tú. Queremos apostar, arriesgar, avanzar y construir con tantos verbos que
empiezan por A. Queremos creer. Porque lo contrario nos mina y encoge el alma.
Queremos compartir momentos, escribir biografías inquietas y recuerdos
perfectos. Queremos sorprendernos. Para bien, que conste. Queremos abrir mucho
los ojos y más el corazón. Queremos hablar de sentimientos y emociones. Terapia
colectiva, amigos. Queremos identificar lo sobrante/tóxico/fatal. No pasa nada
por filtrar. Y olé. Queremos entender que los imposibles sólo están en nuestras
cabezas. Queremos hermanar conciencias tranquilas, no tránsfugas olvidables.
Queremos salvar distancias. Queremos no ser nuestros mayores enemigos. Queremos
miradas. Queremos más. Me pido infinito. Queremos que esta suma de querer no
sea letra mojada. Queremos porque lo natural es querer sin limitarse. No hay
querer sin argumento. Ni argumentos para echar por tierra tus quereres. Sea
como sea quiere, vive, siente, sonríe y...
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