Tenemos muy asumido que medio
mundo hable del otro medio. Pero pocas veces nos paramos a pensar: y con
nosotros mismos ¿hablamos? Y si lo hacemos, ¿es desde la verdad? Por lo general
cuesta pararse y adentrar en el universo intrínseco. Por miedo, por desconocimiento,
por desgana... Abandonamos nuestras emociones, desoímos nuestra pulsión
interna, las necesidades más básicas... Lo hacemos priorizando absurdeces,
catapultando historias a máximos, invirtiendo la jerarquía que nace de nuestros
adentros. Es una pena que la gente no se mire, que haga poco o nada por
entenderse, que racanee los espacios de liberación emocional. Tanto que
perseguimos felicidades, bienestares, plenitudes varias, debemos empezar por
cimentar nuestro autoconocimiento. Sin pudor, con la coherencia o todo lo
contrario que nosotros mismos tracemos.
No hay que acomplejarse por sentir, por dudar, por cambiar de opinión, por vivir. Lo triste es airear una versión vacía o travestida de uno mismo, desconectada del yo auténtico. Seguimos muy incomunicados. Nos cuesta abrirnos en el canal del tú a tú, de las palabras, de la honestidad. No promulgo kamikazes del 'lo suelto todo', pero sí personas libres. No entiendo a quienes mantienen relaciones, del tipo que sea, por una incapacidad de poner límite. O un conformismo inaudito. Los discursos deben ser el reflejo de nuestra naturaleza, no de un guión de circunstancias. Canalicemos nuestra psicología sin vergüenza. Escribamos nuestra historia con sus luces y sombras. No tapemos construyendo una farsa. Eso se termina cayendo y quedamos expuestos, frágiles, en shock. Quererse bien implica trabajo, documentación, sonrisas y lágrimas. ¿Estás dentro?
No hay que acomplejarse por sentir, por dudar, por cambiar de opinión, por vivir. Lo triste es airear una versión vacía o travestida de uno mismo, desconectada del yo auténtico. Seguimos muy incomunicados. Nos cuesta abrirnos en el canal del tú a tú, de las palabras, de la honestidad. No promulgo kamikazes del 'lo suelto todo', pero sí personas libres. No entiendo a quienes mantienen relaciones, del tipo que sea, por una incapacidad de poner límite. O un conformismo inaudito. Los discursos deben ser el reflejo de nuestra naturaleza, no de un guión de circunstancias. Canalicemos nuestra psicología sin vergüenza. Escribamos nuestra historia con sus luces y sombras. No tapemos construyendo una farsa. Eso se termina cayendo y quedamos expuestos, frágiles, en shock. Quererse bien implica trabajo, documentación, sonrisas y lágrimas. ¿Estás dentro?
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