La mejor versión de uno mismo.
¿Un objetivo? O mucho más que eso. El tiempo nos recoloca y obliga a hacer
balance(s). Más cuando el calendario impone soplar velas, acumular recuerdos y
peinar canas de más. Durante 24 horas focalizas cariño, cercanía y buenas
palabras. Y te das cuenta de que la fortuna se puede medir en algo más que
números. Por suerte, siempre me he sentido muy querido y bien acompañado en
esta aventura que es vivir. Pero ilusiona que tu gente, como concepto abstracto
y peculiar, te dedique un tiempo de calidad, sea en el medio de expresión que
sea. Porque así entiendes que algo habrás hecho bien en estas décadas que ya se
van alargando. Porque no pierdes la emoción espontánea de abrir un regalo, de compartir
una mirada cómplice. Siempre subestimé el peso de la cifra impresa en DNI. Pero
es sumar y sentir su efecto. Seguramente porque las circunstancias no hayan
jugado a mi favor, como ocurre casi en general. No estoy donde pensaba, pero
tampoco me arrepiento de mi tránsito. Es más, algo me dice que todo puede
cobrar un nuevo rumbo. Que si me escucho de una santa vez, que si actúo con
honestidad con mi yo profundo, todo encajará. Son sólo sensaciones, tan necesarias
para afrontar los días. Enarbolando la lucha y la verdad como valores
personales, considero que en este episodio por escribir los párrafos serán tan
oportunos como auténticos. Y para mí, lo más importante será el saberme
respaldado por una familia única, el mejor ejemplo. Con unos padres que
demuestran su espíritu intachable. Supervivientes natos y buenísimas personas.
Unos hermanos siempre cómplices y con gran un futuro. Y mi otro núcleo
familiar, el de mi gente, amistades históricas, nuevas incorporaciones,
hermanas casi de sangre, equipos de trabajo que se convirtieron de vida.
Gracias a todas y todos soy. Tres letras que debo y agradezco hasta infinito.
Prometo seguir conjugando, sintiendo y entregándome.
/// fotografía Borja Uría ///
No hay comentarios:
Publicar un comentario