Estaríamos perdidos si el sentir
fuera programado por ordenador. Nos llevaríamos las manos a la cabeza, víctimas
de la invasión tecnológica, dueña de nuestros latidos. Lo espontáneo mutado a
código binario. Pero por muy insólito, impensable o inalcanzable hay quien
aplaudiría tal insensatez. De hecho, lo han intentado históricamente negando,
condenando y rechazando la libertad emocional de muchos. Es triste que a estas
alturas queden mentes tan obtusas que no entienden de respeto. Y sí, me centro
en la celebración de los derechos de gays, lesbianas, bisexuales y
transexuales. De las personas que aman diferente. Con orgullo, con pasión, con
libertad. Palabras huecas para los moralistas y antiguos, incapaces de
esforzarse en tolerar. ¿Acaso va alguien a atacar su estructura de vida? No,
pues que no hagan ese ejercicio cercenador con el resto. Los años me llenan de
argumentos para pensar que todos esos neandertales no son más que víctimas.
Encerrados en sus mundos opresores. Limitados por miedo a ser ellos mismos. No
podemos permitirnos más silencios, ocultar nuestros besos, esas caricias
impulsivas o las miradas de deseo. Así se da alas a los tristes de espíritu y
sumamos peso a su impertinente negación. Desde mis primeros pasos de
reafirmación personal, encuentros con luchadores adalides de la visibilidad,
juergas iniciáticas, amores equivocados... mucho hemos avanzado. Lo sé. Tenemos
una ley de matrimonio y hay muchas conquistas (necesidades) en cuestiones de
salud si hablamos de VIH o disforia de género. Pero queda mucho camino por
recorrer. Aquí y mucho más fuera de nuestras fronteras. Incluso más allá de
Chueca y su arcoiris al viento. Un prestigioso psicólogo/sexólogo me decía hace
unos días que ya no encuentra testimonios desgarradores de identidad como hace
unos años. Sí de condena, de efectos secundarios por el rechazo frontal en
familias o entornos propios o de la pareja. Imposibilitando así quereres
auténticos, por la bajeza emocional de esos ¿seres? ¿queridos? No podemos
permitirnos rebajar libertades, depositar en manos ajenas nuestra verdad.
Violencia, insulto son manifestaciones de su incapacidad. Basta ya de hacernos
pequeños. Queremos, somos y estamos orgullosos. Y si a ti no te gusta habla con
tu mano o con tu armario.
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