Los días pasan como las cosas. Y
su efecto sobre nuestra piel y entrañas resultan devastadores. Podremos negar,
callar, restar valor pero ciertamente somos seres afectados/afectivos. Por ello
defiendo el pensarse, el introspectar, el ombliguismo bien entendido para sacar
conclusiones. Hay quien se empeña en la ausencia de pensamiento, la ligereza
como estado del bienestar. Respeto pero no entiendo, porque no conduce más que
a la confusión. A la lucha interna que explota a su antojo. Y ya sabemos las
consecuencias nefastas de tal cosa. Este contexto nos tiene entre enfadados,
dormidos, depresivos... Poco bueno se puede esperar esperando. Menos con la
ineptitud henchida de poder. El caso es que el rescate depende de nosotros
mismos. Sabemos lo que queremos y debemos reivindicarnos. Que el camino no será
de rosas, que las espinas tienen nombre y actitudes, pero la inmovilidad sólo
empeorará esta realidad nefasta. No hablo sólo de la cosa económica, también de
la emocional. Estamos apolillados en una crisis de valores, en unas carencias
de sentimientos, en unos silencios del querer que analizados asustan. Y me
niego a dejarme empapar más de este oscurantismo. Expondré mi conciencia,
salpicaré mi verdad, me quemaré si hace falta. Cambiarán las circunstancias y
con ellas cambiaré yo. Seguro. Para bien. Porque quiero. Porque me quiero.
Porque es el momento... Mi mantra es mucho más que palabras, es una necesidad.
Y, a la vez, un símbolo. Porque la acción tiene que encontrarnos actuando antes
del sonido de la claqueta. Sólo así seremos más veloces que esta inercia que
nos desdibuja. Que siga la película... Si todo va bien firmamos trilogía.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario