Asumo que nadie es políticamente
correcto las 24 horas del día. Es más, superar el reto de exponerse a las
cámaras y mostrarse sin dobleces me resulta muy complicado. Vaya por delante
que yo no lo superaría. Pero de ahí a hacer del insulto y la zafiedad el valor
diferencial van muchos pasos. La polémica expulsión de Los Chunguitos en GHVIP
llegó tarde. El reality estiró al máximo su estancia en la casa, de la que
ellos planeaban huir asqueados, con el fin de rentabilizarlo en términos de
audiencia. Y vaya si lo hicieron, consiguiendo datos casi históricos (4,3
millones de espectadores y 31,5% de share). Las andanzas de la suma de
pseudofamosos parece ha calado hondo entre los televidentes, con permiso del
melenado de bendiciones y futurología de
mesa camilla. El elenco singular, con
princesa de pueblo hinchada por la vida, exconcejala onanista/exhibicionista o
adán de liana incorporada sin taparrabos, entre otros, ha cumplido con el morbo
del showbusiness. Se esperaba que el humor lo firmaran los hermanos por
subtitular. Nadie dijo que sus maneras fueran finas, pero por el camino destrozaron
colectivos, sensibilidades y educación. Mi reflexión supera las paredes de
Guadalix. Si estos artistas, de giras y venidas, de amplios (¿?) círculos
sociales y hermanas rotundas de glucosa piensan así... ¿Cuánta gente presumirá,
como ellos, de comentarios neandertales e intolerancia supina? A estas alturas
muchos defienden que la libertad ha sido una conquista. Y no es cierto. Es una
lucha continua, incansable y rotunda frente a gentuza de esta calaña.
Escupen
por sus bocas de singles mal escritos cualquier cosa, llevándose por delante la
dignidad de otros. No hay que pedir perdón a nadie por ser uno mismo, ni
permiso para vivir conforme a unos sentimientos y/o necesidades. Considero
tibia la medida de expulsar a Los Chungazos del programa y permitir su estancia
en plató. Es un sí, pero no. Un modo de contener bajo los focos la esencia
absurda de estos clows de extrarradio. Siempre defiendo que un medio de
comunicación privado puede tomar cualquier tipo de decisión empresarial, por
incomprensible que sea. Es ahí cuando el espectador debe tomar su propia
decisión de hacer uso inteligente del mando. Con contenidos del medio público
el debate es otro (y necesario). Pero aquí pienso que Mediaset se confunde, al
mantener esa ventana de visibilidad y facturación de dos energúmenos de la
palabra y los modales. No tengo nada en contra de su raza, merecen todo el
respeto, el mismo que ellos han negado, una y otra vez, con sus embrutecidas bravuconadas
de machos ¿alfa? Su escenificación en la gala de disculpas en alharacas hacia
el colectivo LGTB (¡Vivan, vivan!) me resultó igualmente fuera de lugar. Como
el beso de Judas a un amigo, encantado de servir a la causa chunga. ¡Qué pena!
Cada día nuestra televisión pierde todo, por permitir que habitantes de este
tipo ocupen horas y comentarios. Quienes amamos el medio no entendemos los
niveles incomprensibles de encefalograma plano, referentes para muchos
consumidores del electrodoméstico en tecnicolor. El off es la salvación.
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