jueves, agosto 14, 2008

TempoMal

Nunca creí eso de que las témporas o temporalidades afectaran al carácter. Y sigo sin creer en ello. Pero es cierto que uno acaba con un descoloque general cuando en pleno mes agostero la lluvia desluce los esperados días de luz. Parece que Lorenzo se fue de viaje con Eva María, buscándose mutuamente, para vivir encerrados su amor. Mientras los sufridos turistas y los adictos a los rayos se tiran de los pelos -¿de dónde lo harán los sufridos/as depilados/as?- por su ausencia. Y padecen un mal verano, incapaz de cumplir con las expectativas de unos y otros. Yo soy poco de esperar, en general. Por eso tampoco deposito ningún ánimo especial en el cielo y sus caprichos.

Y así pasan los días y el calendario, dejado de sí mismo y devorador de los momentos. Esos que se escapan entre nuestros dedos y se convierten en material sensible. Del olvidable, queriendo o sin querer. Con más o menos apatía el tiempo siempre nos recuerda lo que damos de sí. O todo lo contrario. Vemos los caminos ajenos y valoramos el propio y el contraste es mayúsculo. Pero la inercia hacia el futuro y la pareja incertidumbre es la que motiva el aliento hacia el más allá. A cada paso. Así llueva o tueste la solamenta.

No quiero, y tampoco puedo, ver el horizonte sin más. Huir de la caída y provocar el zigzag de la maldad sufridora, doliente y cansina. Cada día lo intento pero no lo logro. El momento no me pertenece pero la resistencia tampoco me hace más fuerte. Caído más en mi drama intento tomar aire y referencia, pero no soy capaz de relativizar conmigo mismo. Y siendo mi peor enemigo los avances son dificultosos o más. Antojos de la rareza autofinanciada. Al margen del clima y la pluviosidad.

No hay comentarios: