Debemos mucho al nuevo milenio. Desde los dosmiles tenemos adelantos inimaginables tiempos pasados, hemos desarrollado capacidades de conocimiento e investigación insólitas, pero todo lo bueno suma contrapartidas negativas. Y si siempre hubo afanes peligrosos, en la última década la búsqueda incansable de la fama en todas sus vertientes ha sido una máxima para muchos. Los mismos que confían en la nada como prioridad. Todo sea hacer nada, caminos enrosetados, facilidades todas, dinero llovioso y demás sin esfuerzos conocidos. Puede que lo entendamos pero no pueden aspirar a que todos seamos patrones igualitarios. Quizá algunos queramos llegar a algo en ídem, por qué no, pero de ahí a 'tirarse' por la ruta más fácil no debe ser argumento común. Porque siempre debemos considerar el respeto como base y asimilar que un mismo objetivo puede tener líneas de actuación bien diferenciadas.
Sabemos que hay famas y famas. La consideración profesional precisamente por el desempeño de una labor concreta es anhelada por cuantos creen en lo que hacen y no encuentran un techo personal en el desarrollo de sus quéhaceres. Otros buscan con avidez ser considerados por deméritos cuestionables, ejercicios kamasútricos, ventas indiscrimadas o mamarrachadas surrealistas. Es todo un ejército, bien asumido y armado ante la feroz competencia. La misma que rebaja los niveles y anticipa que los futuros serán más detestables que el presente peripatético.
Claro que todos queremos vivir bien. O mejor. Pero se supone que algo debe ser el pilar de ese pretendido bienestar. A muchos se les olvida y quieren dar los pasos de gigante para alcanzar esa meta para los restos y saberse liberados del esfuerzo. Puede que algunos lo consigan a costa de sus escrúpulos, pero imagino que antes o después cuestionarán tales fines. O me temo que siempre tendrán que llevar a cuestas su carga famosíl...
1 comentario:
hay famosos famosillos y casposos, y lo mas indignante es que siempre los abrá
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