Con la tontería de la celebración
de la noche más mortal, quiero dedicar unas letras a la necesidad de VIVIR. Así, en mayúsculas por
definición y necesidad. Puede que la realidad se empeñe en avinagrar nuestros
días, que suframos fantasmas innecesarios, que nos superen los miedos... pero
todo eso y mucho más, nunca podrá alejarnos de nosotros mismos y nuestra
supervivencia feliz. Se nos escapan hechos, datos, miradas, besos por perdernos
en absurdeces innecesarias. Nos restamos momentos por achicarnos sin remedio. Y
no podemos permitirnos el no estar en el primer lugar del ranking. Quererse no
debe ser un esfuerzo, sino la respuesta natural hacia el bienestar
incuestionable. El hoy puede esfumarse, nuestro castillo de naipes imaginario
venirse abajo, y ¿qué será de nosotros? No podemos preguntarnos eso, porque si
hubiera un final debemos llegar con todos los deberes hechos y con nota.
Descargarnos de negatividades y sonreír a nuestro verdadero yo, siempre. En
plena redefinición de mi esencia, conquistando espacios y encontrándome en un
nuevo contexto, creo que he perdido mucho tiempo y me da rabia. Pero no emplearé
energías en remover ese lamento, sino en construir y sentirme pleno. Puede que
haya bajas y cambios notorios, pero será por mi apuesta personal por mi propia
persona. Estoy cansado no, lo siguiente, de esquemas dependientes horribles, de
actitudes ajenas reprobables. Puedo y quiero un mundo, el mío, mejor. Con
calaveras, con una oscuridad minimalista y la oportunidad de sentirme más vivo.
Y tu cementerio, ¿es serio?
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