Hoy salí del armario teatralmente. El otro contexto, el vital, quedó atrás. Casi ni recuerdo cómo fue todo. Miento. En realidad, sí. Más que nada porque uno no vive una salida única y solventa la situación para bien o para mal. No. Hay más de un escape o desarmarización con lo que uno nunca sabe dónde empezó todo y menos cómo acabará. Es una sensación rara, que casi supone la necesidad de dar explicaciones. Por fortuna cada vez es un paso menos sustancial, porque nadie se define. Ni ganas. En mi casa fue una salida epistolar a deshora. Con lloros incluidos. Con amigos fue a base de charlas sin moralina y sí mucha comprensión. Con algunos dado el contexto entre iguales o casi sobraban las palabas (¿Recuerdas, Miss?). Y el tiempo tampoco me llevó a muchas más necesidades aclaratorias. Quizá en los confusos comienzos universitarios, pero uno es uno y su mismidad y no puede renegar de un rasgo propio a prueba de roperos ventilados.
Lo del teatro es otro cantar. Y es que la obra 'Salir del armario' resulta una perversión del concepto original. De otro modo no se entiende que un heterosexual se haga pasar por homo con la excusa de mantener un empleo. En ocasiones el humor no sostiene cualquier argumento. Aquí podía haber gracietas, pero respondían más bien al humor grueso de chiste mariquita mala que tanto daño ha hecho el colectivo lgtb en su visibilidad e integración real en la sociedad. Vaya que el armario no era tal, sólo una broma llevada al extremo, el mismo que genera confusión en un entorno que de la represión pasa al cuasi libertinaje incomprensible. En definitiva una mezcolanza de difícil digestión que ni el antaño señor Cuesta (José Luis Gil) es capaz de justificar. Su interpretación de un hombre anodino al que la gaydad de pega le convierte en ejemplar en la cresta de la ola es más que notable. No así el elenco de acompañamiento que desmerece al titular. Sí es digna de aplausos la escenografía de cambios dinámicos que en su sencillez lograba su magnificencia. Pero más allá de detallismos, siempre es terapéutico dejarse llevar por el teatro y su fuerza al natural. Si encima el texto recrea pasajes algo propios y actuales, el balance no es positivo, sino lo siguiente.
Y retomando la desarmarización, quiero aplaudir el gesto de la vice De la Vega que ¡por fin! responde a su supuesta y rumoreada homosexualidad. Un no a tiempo parece que zanjará cualquier maldad inoportuna. Es encomiable que vaya de cara no como otros tantos enemigos de lo político que se refugian en esferas de morbosidad interna realidades que niegan en la legislación. Hipocresía que va más allá de las sotanas. ¡Cuántos armarios apolillados! Benditos sean.
1 comentario:
Aunque yo no he salido del armario como tu pensaste años atrás, confío en que un día no haya que pensar ni en armarios, ni en roperos, ni en sotanas ni en ná de ná. Pues la naturalidad y el respeto a las libertades del tipo que sean por y para todos ocuparán la esfera del contexto atmosférico.
Aprovecho para agradecerte de nuevo tu siamesidad intra y extra blogeril. Y subrayo el post que acabo de publicar en mi ubicación blogera, en el que te debes dar superaludido.
Muchos besos que ya te echan de menos ;)
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