El destino es tan cruel que nos regala episodios como el de ayer en Madrid. El impacto del hecho, el suceso que se magnifica por sí solo y la crudeza que implica. No es la primera tragedia mayúscula que nos toca digerir pero nunca estamos preparados para asumir algo así. Menos en la cercanía y sufriendo los testimonios del dolor descarnado. Estas cosas pasan y nos remueven mucho, demasiado. No es para menos. Pero siempre nos queda el poso de la distancia. Hasta que la bofetada se vuelve cruel y nos posiciona para mal en el acontecimiento. Pudimos ser nosotros o unos conocidos o de hecho lo fueron... Y así nos recolocamos en la verdad absoluta de esta vida con pinzas e hilo. Que nos supera, que se escapa.
Pero sobran las palabras, declaraciones institucionales y lutos impostados. Es tiempo de silencio, de recuerdo de los anónimos y no números que no esperaban un viaje con fin, y de espera real o irreal de que estas rupturas de lo cotidiano sean espejismos o nulidades.
1 comentario:
Pues sí, nunca sebemos lo que nos espera o lo que nos tiene preparado el destino, hay que estar preparado para ello y exprimir la vida al máximo.
Un saludo y mañana te veo.
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