viernes, septiembre 12, 2008

Pequeñeces

Los años mozos siempre son intensos. Todo se magnifica cual realityshow y los recuerdos se condensan ahora para jugar malas pasadas a la memoria. La mía está muy maltrecha pese a mis bodas de plata. Pero, de pronto, en días de lluvia como estos, en los que se empapa hasta el alma y el resquemor de perder oportunidades por la negrura, brotan sin previo aviso destellos de lo que fue. Los antaños empeñados en abrirse paso entre la cruda realidad.

El retorno de los escolares, sus lágrimas, sus uniformes, sus materiales, sus agendas vacías pidiendo deberes... me devuelve a tiempos de Enseñanza con mayúsculas, como bien se llama el colegio que me vio crecer y que ahora unas mujeres habitadas quieren derruir por ambiciones poco morales. El tema es que allí fueron muchos los contextos insólitos que los rincones oscuros de mi propio yo sigue conservando. Los trueques en los recreos, los cromos, los primeros murales de manos pintadas o los colgadores con foto de loco bajito. Era en aquel tiempo, cuando la inconsciencia nos permitía todo, cuando la cascada de emociones y de la sinceridad plena se hacían compañeras de juegos. Las caries, las manchas, las caídas, la escatología de risa fácil, los besos furtivos... Más y más, frente a las menudencias del hoy.

Los niños son como los diamantes en bruto. Miniaturas en estado de formación humanoide y reclaman atenciones o las generan por sí solos. Yo siempre fui de los alborotadores, de la banda del charleteo sin fin y los castigos como límite. Era la espontaneidad personificada, impulsivo por momentos o tímido por querer 'saber estar'. Siempre en las salsas no aptas para todos los públicos, con la mirada perdida en un mundo por construir. El mismo que asumiría con los años que no me acaba de pertenecer, al rehuirme o tacharme de diferente. Sabía que lo era y tampoco me disgustaba en exceso, sólo que no entendía muchos porqués.

Aún hoy me cuesta, pero veo a mi ahijado saltarín, de verborrea infinita y mirada perspicaz y me siento reflejado. Sabedor de que él tiene en su mano tantas oportunidades, de practicar el carpe diem sin miramientos y de valorar sólo lo estrictamente necesario. Las pequeñeces no merecen ni un nanosegundo.

1 comentario:

NityaYang dijo...

Llegaron los corticoles!!! Me hace ilusión. A mí tb vienen recuerdos de ese primer día de cole y del resto del curso. Limón y sal, diría la canción. Pero... el carpe diem no es propiedad de los niños, sino de la vida. Y las pezqueñeces también puedes dejarlas crecer y, quién sabe, lo mismo merecen más que horas ;)))

Por favor, SOS (save our souls), escribe un texto con un OLE, con una sonrisa, con la palabra 'pene' y donde digas: hoy me siento feliz de ser yo.

MUASSSSSSSSSSSSS