No es que pretenda usurpar el papel a Bernabé Tierno, siempre a vueltas con la felicidad, pero sí que quisiera reflejar un debate que hace meses merodea mi cabeza de chorlito contextualizador. ¿Felicidad o bienestar? Ésa es la cuestión. En este tiempo muchas han sido las opiniones de todo signo y las conclusiones están un poco en el aire. Yo sigo pensando que la felicidad son momentos escasos, de difícil definición a priori pero de esencia máxima y temporalidad infinita en el recuerdo. De ser una constante la felicidad perdería su propia personalidad, ese carácter de dama escurridiza del sentimiento, indomable y tan inalcanzable. En cambio, ese bienestar más rutinario pero menos abstracto, contribuye a que los días sean más, pero sin la frustración feliz de una construcción elevada e intangible.
Una gran sabia de la vida me regaló estas palabras, que por necesidad apropio y extiendo: "Alguien decía que bienestar suena a conformismo. Para otros, equilibrio. Y ser feliz para muchos, una utopía y para otros 'tener'. Comparto la idea de quien dice ser feliz cuando está en conjunción desde dentro con uno mismo y fuera con los demás. La vida nos da oportunidades para intentarlo, en nosotros está arriesgarnos".
Cada día intento correr esos pequeños riesgos y nada. Resultado cero. Quizá todo sea por el umbral de felicidad que cada cual se marca. Puede que el mío sea xxl y el balance sea menguante. Pero está claro que el error es depositar demasiadas esperanzas en alcanzar un estatus pleno sin hacer movimientos en todas direcciones. Se trata de una cuestión que implica y nos implica sin remedio. Con más o menos ambición o deseo, pero siempre con una voluntad última de ser cómplices en el proceso. Porque las cosas ni las gentes llegan por gracia divina. Mal que nos enseñaran las parabolas de la fe incorregible.
Y así es como todos caminamos hacia esa felicidad que desata pasiones, frente a su primo lejano el bienestar que en su modestia permite bienvivir sin sobresaltos. Somos inconformistas por naturaleza y lo de conocer límites nos resulta hartodifícil. Por eso bordeamos la dificultad o tratamos de saltarla con éxito. Dado que para el fracaso nuestra formación es nula.
1 comentario:
¡Veamos el vaso medio lleno! Soy de las que piensa que cree que el incorformismo es un grado, un avanzar, saltar, trepar... Lo importante es disfrutar en el camino. Así que, mi niño, si no conoces el límite: Enhorabuena.
Ahora bien, la felicidad puede estar en cada una de las cosas que te rodean y creo, amigo mío, que te tienes que graduar la vista. Ya lo has dicho tú: la vida nos da oportunidades; y el arriesgarnos no es sólo mover ficha sino tener actitud de ganar al moverla.
Con o sin ella... aquí estoy, amigo mío.
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