Cuando sobran los temas, sobran los motivos para la no publicación. Quizá para evitar la sobreexposición en este territorio de dimensión incalculable y visitas de aquí, allá y acullá. Por eso opto por el tránsito al camino de la frivolité que nunca me deja, más bien me posee y, de vez en cuando, pide a gritos una tecla en la que desahogarse a gusto. Y en estos días mi vena frívola se pone de moda porque Cibeles vuelve con fuerza. Más en tiempos de polémica de tallerío, con esa morfología realista pero de difícil producción. Diábolos, campanas y cilindos conviven desde tiempos inmemoriales aunque cada vez se disipan más las fronteras y las marcas conducen a engaños provocando una confusión injusta. Así que el lío supino se instala en nuestras perchas y los saltos de talla superan a los de pértiga. Pero que haya meollo político con escala social da más efectismo a la cita con la moda en lata o en conserva. Todo se vuelve de lentejuela y tacón vertiginoso. La pasarela de la vida refuerza las visiones desconsideras de un público que como mucho puede darse al efecto boca abierto, que lo que es la compra queda relegado a fortunas de riquísimas entalladas y enjoyadas sin más preocupación que una pedicura a deshora.
Pero el circo de modé merece la pena. Quien vive los desfiles desde dentro sabe que es un vértigo constante, de pasiones cruzadas, de ansiedades por estallar, de carreras sin cinta que cortar pero con meta, de pisotones imprevistos pero calculados. Una locura. Aunque es un gustazo ver que las prisas se tiñen en aplausos y que los remiendos de última hora en costuras impecables. Todo el engranaje del engaño, la ilusión y el efectismo cumple su función. Y gira noria. Y vuelta a empezar. Este año, como todos, la historia era hacer historia con las modelos y sus pesos. La masa corporal parecía superada, pero no. Tres chicas se consideran inadecuadas por no dar la talla. Mejor dicho, el peso. Pero nada pasa, aunque algunos mueven ficha y ahora buscan la gresca en la procedencia de las maniquís. Una lata, puro marketing.
Lo verdaderamente importante son los diseños. Primero Ágatha Ruiz de la Prada, más agathizada que nunca y con creaciones más urbanas, aunque fieles a su colorismo a borbotones. Cortes curiosos en prendas que son un juego más que una realidad a la moda. Nada que ver con el clasicismo renovado de Jesús del Pozo que jugó a las damas medievales y construyó una colección única, de cortes limpios y diseños envolventes que contaban una verdadera historia. Lo de Duyos fue un neochic urbanita, de asimetrías y visiones más futuristas. La tarde se abrió con Lemoniez y su pijismo hecho mujer. Todo muy popular. Mi favorito, por la unión cantabrizada, Schlesser que fue él mismo con mucho vestido, algunos de corte huevo, faltas de tubo y talle alto, blusas de sedas para altas ejecutivas y, en general, un glamour sofisticado en el que el negro tiene la última palabra. Palabra doble la del dúo personal y textil Victorio&Luchino que se inspiraron más en Rusía que en Andalucía, aunque algún volante se hizo visible. Sus vestidos de noche visten la elegancia y sostienen un total look de lujo en el que la caída de la tela lo dice todo. Y como broche de oro un genial Elio Berhanyer que sabe conjugar modernidades y revisiones de sus clásicos en una mujer muy feminina, que se gusta y que se viste de pies a cabeza con sentido de sí misma. Los trajes de chaqueta y los vestidos de noche son obras de arte más que fondo de armario. Aunque, lo dicho, exquisiteces de difícil acceso.
Pero más allá de lo visionado (para aficionados, desfiles en directo en los canales digitales) siempre queda un poso de irrealidad. Todo muy bonito, elegante y lujoso pero es carne de pasarela que no de mujeres de entornos sin necesidad de reafirmarse con la ropa. Por mucho que sea la que nos cubra de la desnudez. Queda mucha tela que cortar y mucho tacón que desfilar. Con diábolos en el aire, campanas de boda y cilindros concéntricos. ¿Qué más se puede pedir? Amor.
1 comentario:
Que bien hablas, en pantallazos o en contextos blogeriles. Yo no espero con ansia la tela a lo modisto, pero si la tela eurovisiva, que parece que da para mucho.
Un besote a lo POPulento
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