El vacío del nadismo es turbador. Siempre se cumple la teoría del domingo olvidable. Así que ante la ansiedad de la ausencia nada mejor que la reacción/acción. Y por mucho que pasen las horas y el reloj muestre sus garras, sacar a pasear las deportivas de oro siempre congratula. Más cuando los brazos se extienden a una compañía doble de la salvadora y dadora de vida y una siamesa que expira y respira su huida. Y en triplete el cine se ve y vive mejor. Contraposición a La Soledad hecha fotogramas. Qué decir de esta película de minorías pero de Goya. Es una crónica de hiperrealismo denso, embriagador. Cual reality show sin confesionario pero con confesiones. Una sucesión de momentos de lo cotidiano, imprecisos pero llenos de precisión. El canto a seres de nuestro imaginario gentil que se cobijan bajo historias mínimas que son máximas.
No es un cine de fácil tránsito. Pero de copias están las ruedas cinéfilas llenas. Los gruñidos y leves ronquidos de una sala aparatosa no ayudan. Menos los ruidos importados de otras películas que atravesaban los muros y ponían una musicalidad sonrojante a un filme ausente de banda sonora. Abusa de los silencios y los ruidos ambientales, pero lo hace con sentido ficticio y comprometedor con la causa de la realidad en su máximo exponente. El elenco es desigual, como nuestros cromos humanos. Unos más sinceros, otros llenos de falsedad y poses impostadas, nada creíbles. Lo de la polivisión es otra historia. Una intrahistoria. Curiosa, explicativa, eficaz aunque, a ratos, símbolo de confusión. Quizá por la falta de costumbre a dividir una pantalla que se sabe fija, única e intransferible. Pero las normas están para transgredirlas. Y el efecto final es más que óptimo.
Su recomendación es complicada por todo esto y más. Su división en capítulos también se sale del común de las producciones. Gustará a los sentimentales, sosegados y amantes de una tranquilidad vital plasmada en el espejo cinematográfico. Causará horror a los necesitados de acción continua, de la respiración entrecortada y los puntos de giro a la vuelta de la esquina. El cine es para todos. Las películas, cada película es para unos pocos. Solos o acompañados.
Y así finiquitamos una semana de encuentros y reídem, trajes de tul, bebés monárquicos, cultura en lata y al natural, música para amansar a las fieras y otras para sacar de paseo a la fiera que nos posee, reflexiones a voz y tecla, introspección ansiosa... Lo que está por venir es un misterio. Quizá haya algún hito o un cambio radical inesperado. Todo, en la soledad de la mismidad.
3 comentarios:
...y que esta semana que viene sea igual o mejor que esta pasada. El sábado cita melódica de nuevo, ya sabes.
Besos en soledad
bueno, esta semana, espero que nos convirtamos en tres siameses.solo decir que no es país para viejos tampoco gaanra el oscar a la mejor banda sonora entre otras cosas porque tampoco tiene.es una pelicula que crea un desasosiego.mil besos
No sé yo, ví la SOledad el sábado noche y me dejó un poco fría, demasiado agobiante, demasiado hiperreal. NO séa lo mejor para el ocio prefiero cosas más digeribles. Tal vez no elegí bien el momento y me fastidia porque a tod@s les ha gustado. Me quedo con alguna escena, otras me sobraron.
Besos hermano
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