La paradoja de las calles, del océano surrealista que no da tregua en la tierra de Esperanza, hace que el impulso y la sorpesa vayan de la mano. En el cúmulo de los días de huida la tartera de contextos crece como la mala hierba, sólo que en una dimensión gratificante. Porque de lo más peor siempre se extrae una lección de vida(s) o todo lo contrario. Es la curiosidad del chasquido de realidad que nos transporta a rincones o prototip@s que no pueden dejarnos indiferentes. En una urbe que debora los segundos, las ilusiones y la propia memoria se da ese contraste constante de lo vivible y lo vivido. Con una sensación final de no pertenencia, de estadio onírico-límbico que, a veces, asusta. Como ese protagonismo sin búsqueda de un cuento que te supera.
Sin ir más lejos en la noche canalla, pese a tener una buena y amable compañía, me topé con un desagradable incidente con dos tetas postizo-siliconadas como enemigas. Resultó que una mujer en tránsito y cambio de sí misma necesitaba carnaza (¡más!) y decidió tomarme como conejillo (mala moraleja) de indias. Me vi al ejemplar de cuasihembra en mi espacio íntimo y cuando quise apartar a ese ser noctámbulo se puso hecha una fiera de circo barato, propinándome una patada en la espinilla (tengo secuelas por la muy ...), incluso amenazándome con rajarme en un paralelismo con su paso propio por quirófano. Malo o bueno fue que mi acompañante no reaccionó y yo mismo miedoso de las malas artes de la gataparda menos. Pero algo así sólo me ocurre a mí.
Pero no todo es curiosidad personificada, también hay visiones de insoliteces que campan a sus anchas por el engranaje de la ciudad en masa. Hoy, en el centro más céntrico, con los peatones dejados de sí mismos y atrapados por su estrés supino, me topé con la digievolución del concepto de mendigos. Por primera vez visioné como un par de habitantes de la calle en todas sus consecuencias pedían monedas en una disección por compartimentos estanco: para matar la gula, para las cervezas, para la resaca... En cada cesto había una recaudación y a juzgar por sus rostros lozanos dentro de la dejadez, el negocio de la variedad de demanda da sus frutos. Ya me imagino al resto de moribundos en necesidad priorizando por grupos sus ídem. Aunque quizá algo así sólo sea posible en esta capital de gentes por doquier y emociones por dosificar.
Y el con el más y más no puedo evitar caer en el consumismo voraz que me persigue. La recaudación de hitos de moda y adyacentes es casi infinita. Si algún día me reindependizo mi ropero tendrá que ser del tamaño de un minipiso. Todo se andará o se endeudará.
Buenos deseos, libros sin fin y besos cálidos a la masa enriquecida y lectora de este despropósito de letras sin rumbo. Es lo que tiene el tecleado barato.
2 comentarios:
me ha gustado lo pedir separando prioridades. Me pregunto si luego lo gastan siguiendo el mismo criterio.
Suerte mañana
Te prometó que en ese intervalo de 2,3 segundos no pude percatarme de la agresión. Perdóname, de veras. La próxima vez, la maquinaria de la Ley desplegará toda su potencia extractora sobre esa masa inerte y siliconada.
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