Al borde del abismo y del funeral en red me encuentro con la cuasi expiación de mi ordenador de cabecera. Tantas vivencias dramáticas o risibles, trabajos extenuantes o memorables, proyectos de ilusión supina o chasco carrasco, conversaciones arcoiris o funestas, imágenes alentadoras o de decepción... La montaña rusa de las teclas y las miradas a una pantalla planífera proyecta luces y sensaciones. Pero ahora el periodo de alzeheimer maragalliano se antoja despedida y cierre de años de confidencias informáticas.
Es curioso lo materialista que es la sociedad en sí misma y casi cada uno de los conformartes de la misma. A veces pasamos por alto lo mucho que nos acompañan los aparatos y las andanzas integradas. Por eso ahora me siento un tanto huérfano sin mi mamotreto de mesa. Me queda el consuelo del portátil sin red pero con esperanzas.
No prometo novedades ni retorcimientos porque la sorpresa es mi nueva santo y seña. Más noticias y palabreríos en próximas emisiones de contextos.
Sean buenos, malos o peores.
1 comentario:
Tengo mi PC agónico, el lunes lo llevo al hospital a ver cuál es el diagnóstico... Te entiendo y compadezco
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