Una manifestación merece la ruindad y frivolidad que muchos abanderan. No caeré en el cinismo de negar la importancia del físico, diría más que de la mera atracción física como medio a plantear una historia / historieta / cuento de una noche de verano, pero el tema del olimpo de los dioses que se creen superiores me supera en redundancia. Eso de ningunear al resto (que no integran su clan anaboliante o derivados) y mirar por encima de sus hombros esculpidos me parece un desprecio hacia ellos mismos. No entienden que la belleza primeramente es subjetiva y después es relativa y temporal.
Quizá con la distancia que da el tiempo, las personas que pasan por nuestras vidas y las reflexiones que brotan por sí solas aprendan a valorar a los demás sin necesidad de esperar de ellos una portada de revista, un bicep estratosférico ni una virilidad kilométrica. Somos y aspiramos a ser algo más. Digo yo. Por eso sigo confiando en esos pocos que miran cómplices y te ganan en las distancias cortas. Saben teclear en el momento oportuno y del modo más encendedor, sin necesidad de vanagloriarse de su ser en demasía.
Aunque lejos de unos y otros, cuando el alma se ancla, se fija en unos ojos, unas artes, una personalidad única que todo lo tiñe de especial, es difícil hacer otro viaje y encontrar un copiloto a la altura. Porque el vuelo de la vida pide a ese que la negación impide. Aunque siempre los imposibles fueron algo más que un reto.
1 comentario:
Me gustaría poder poner este comentario la sonrisa con la q he leido esta entrada, sonrisa q me arrancas muchas veces con tu manera de representarte las cosas.
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