¡Esto supera la ficción debe ser la realidad! Palabras ajenas - de Ajo - que son un poema y esconden otro, el del gentío que sufre en carnes vivas lo imaginable para superar sus propias biografías. Hoy en uno de los contextos de regalo que jamás quieres desenvolver me topé con una buena mujer que escondía en sus arrugas y ojeras el dolor por salir adelante entre necios y problemáticas. Lo triste es que necesitara desahogarse ante los oídos vírgenes de los desconocidos para superar su propia catarsis. Atónito estaba el auditorio ante los horrores con cúmulo y la desazón integrada en un día a día imparable, ajeno al disfrute y con el drama de tresillo. Asistimos a un diario de higadillos con cuarto y mitad de sal gorda. Todo en un ejercicio de superación encomiable.
Y yo mientras escuchaba el relato de una mujer marcada, dejada de la mano de un marido incorregible e insufrible, con unos hijos aprovechados y una lucha por bandera… No podía dejar de preguntarme de dónde alguien puede sacar las fuerzas para sobreponerse a una coyuntura enquistada, por mucho que a la fuerza ahorcan dejarse morir así en vida me resulta más que un drama. Por eso ante el guión de lo ajeno, con sus claroscuros, pensar en unas gotas de agua que llegan a colmar el vaso de mi existir me parece del todo injusto.
A veces nos aferramos tanto en lo nuestro, exageramos en una práctica de andalucismo sin igual, que olvidamos que hay vidas de película y no el sentido romántico de la expresión sino en la carga de drama. Cada casa es un mundo con un hilo narrativo y unos puntos de giro que se antojan de montaña rusa. Y en las paredes de al lado se nos escapa el oscurantismo o lo rocambolesco que empaña las biografías del vecindario.
Qué jodida es la vida y sus retorcimientos, esos que nos desconciertan, que exprimen lo peor de nosotros mismos y nos impiden materializar una vida digna. Lo malo es que el número de dolientes en silencio que cargan en su espalda con la mochila de la porquería vital crece por momentos. Nacen, crecen, sufren, vuelven a sufrir y mueren. Un ciclo real que, tiene guasa, se nutre de lo peor de la ficción.
Y yo mientras escuchaba el relato de una mujer marcada, dejada de la mano de un marido incorregible e insufrible, con unos hijos aprovechados y una lucha por bandera… No podía dejar de preguntarme de dónde alguien puede sacar las fuerzas para sobreponerse a una coyuntura enquistada, por mucho que a la fuerza ahorcan dejarse morir así en vida me resulta más que un drama. Por eso ante el guión de lo ajeno, con sus claroscuros, pensar en unas gotas de agua que llegan a colmar el vaso de mi existir me parece del todo injusto.
A veces nos aferramos tanto en lo nuestro, exageramos en una práctica de andalucismo sin igual, que olvidamos que hay vidas de película y no el sentido romántico de la expresión sino en la carga de drama. Cada casa es un mundo con un hilo narrativo y unos puntos de giro que se antojan de montaña rusa. Y en las paredes de al lado se nos escapa el oscurantismo o lo rocambolesco que empaña las biografías del vecindario.
Qué jodida es la vida y sus retorcimientos, esos que nos desconciertan, que exprimen lo peor de nosotros mismos y nos impiden materializar una vida digna. Lo malo es que el número de dolientes en silencio que cargan en su espalda con la mochila de la porquería vital crece por momentos. Nacen, crecen, sufren, vuelven a sufrir y mueren. Un ciclo real que, tiene guasa, se nutre de lo peor de la ficción.
1 comentario:
no hace falta arriesgarte en la maravillosa aventura de comercial para ver en solo unos segundos lo q hay en cada casa (o caso, mejor), a veces lo tenemos al mismito lado y no lo vemos, y todo por eso, porque es verdad q estamos ahogandonos en nuestros propios "dramas", y es compararnos con los demas lo que nos hace darnos cuenta d lo ridiculos q podemos llegar a ser, la suerte que tenemos y desaprovechamos.
Publicar un comentario