jueves, marzo 26, 2020

La vida en un ‘hashtag’



Nunca me gustaron las etiquetas, pero trabajando en redes sociales se han convertido en compañeras de infinitos proyectos. Aunque ahora compartimos la más global y surrealista de todos los tiempos, esa con la que recordamos que #YoMeQuedoEnCasa. De lo individual a lo social, haciendo viral la agonía de nuestros encierros. En realidad, el ‘hashtag’ es mucho más que eso, representa solidaridad y compromiso, especialmente aupando a quienes están ahí fuera en una lucha titánica por voltear la maldita curva. Impulsados por tanto cariño y reconocimiento anónimo, porque es la mejor medicina para esos sanitarios entregados y tantos profesionales que nos permiten subsistir bajo mínimos. En los tiempos sin coronavirus el estrés nos alejaba, imponiendo sus fatídicos efectos. Éramos unos zombies prisioneros de los egos. Hoy, golpeados por el bicho, necesitamos remar unidos y hacernos fuertes frente al dolor. Con los aplausos como banda sonora y las emociones más vivas que nunca. Es lo que tiene el confinamiento, que nos revela a nosotros mismos sin remedio.

No es fácil afrontar estos límites en forma de cuatro paredes. Así, asomarse a los demás a través de una pantalla es el mejor aliento para resistir. Unos con otros logramos el equilibrio emocional. Cuando decae el ánimo, abres las ventanas virtuales y encuentras cariño, entretenimiento y buena energía. Las bondades tecnológicas hechas terapia en mil y una formas. Sin perder la intensidad ni la necesidad de reflexión. Porque hasta eso nos mantiene conectados con el momento. Y no, no hablo de sobreinformarse. Una mala práctica que merece capítulo propio, pues dosificarse del titular nos libera mucho o más. Es despertar a un nuevo día y abofetearse con la realidad. Cuesta dejarse llevar, pero con un poco de organización podemos aligerar la incertidumbre. Las horas dan mucho de sí, tampoco es momento de amontonar las tareas pendientes ni pretender recuperar quehaceres frenéticamente. Cuidarse es más que una solución. Nos necesitamos lo más plenos y cuerdos posible. Porque hay que cargarse de argumentos para asimilar este presente cogido con pinzas.

Volviendo a la almohadilla que nos ocupa, cuesta olvidar la última vez que cruzamos la puerta con aparente normalidad. En ese entonces queríamos hogar y ahora fantaseamos con respirar en destinos y compañías sanadoras. Eso sí, entre todos hemos sido capaces en convertirlo en locutorio 24 horas, aula de escuela, gimnasio, sala de conciertos, plató de televisión, teatro improvisado o taller de costura. No importa el decorado. Se trata de llenar los vacíos con toda esa actividad que nos salva de la rutina coronada. Porque todos decimos #YoMeQuedoEnCasa, pero eso no impide que perdamos nuestra esencia.

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