Nunca fui de fechas ni hitos de calendario. Por eso que ahora llegue un puente no me supone ningún motivo de alborozo. Quizá porque tampoco tenga un plan de lujo, que lo tengo, o porque no me haya programado un viaje que sí pude realizar y he aplazado. El tema es que no me gusta confundirme con la masa y ser uno de más de los millones en tránsito y peligrosidad vial que en estos días en blancos salen a las carreteras secundarias o no para dotarse de momentos y contextos.
Resulta interesante vivir al margen del resto, de la generalidad, para encontrar motivos varios que justifiquen el movimiento de reloj y el devenir sin previsión. Lo genial es que la masificación deja de ser una realidad y en los huecos de común desorbitados se encuentran vacíos deseables para dejarse caer o llevar. Todo para alimentar el espíritu, cultural o gastronómico, que no nos engañemos son los que más paseamos. El otro, más profundo, le dejamos para reflexiones de almohada o paseísmos introspectivos.
Si nada se tuerce en los días puentiles me reencontraré con mi alma gemela de la ría, con idas y venidas en esta ciudad de tuberías explosivas, de presupuestos rancios, de extremos gentiles... Juntos el día entre dos será mucho más que un día. Además puede que se incorporen al cortovisitaje algunos secundarios en cameos deliciosos de charlismo infinito y nostálgico. Con mucho gusto permanezco sin el salto al vacío en estas mis calles de cabecera, a la espera de novedades en los frentes y en los sueños. Lo(s) demás ya llegará(n).
Y esto es todo. Con menos retorcimiento del habitual, un contexto fast food de bienvenida a la vacuidad puentera y entera. Amén de un mes mayoso como pocos. Importante, precaución amigo conductor y amigo promiscuador que las sendas son peligrosas. Nos leemos o nos gritamos palabras en este o en otro contexto. Siempre dejados de la magia de Dior...
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