Noticia de hoy es que la ONU lanza un llamamiento a la cordura para acabar con las campañas mediáticas de famosos o famosillos que exhiben sin rubor sus adicciones. Es más, las rentabilizan y sacan tajada de algo que, a ojos de los entes mayúsculos, es un delito aireado. Porque resulta curioso que Kate, a secas, se haya subido más al tacón con colocón y que las firmas se rifaran sus huesos marcados con el fuego del pasote adiccional. O que la mala de Amy se jacte de cantar su no a la rehabilitación y se canse de recibir premios, más allá de su peinado tendencioso. Sin olvidar esa Britney perdida de sí misma que es juntarse con Paris o Lindsay y lo mismo se rapa sin estilista controlado que se lía a paraguazos con los paparazzo. ¿Y Pete? Es incoregible, sólo él cae tropecientasmilveces sobre la misma piedra podrida. Como podrido está el mecanismo interno de Andrés, que ve la paja en el ojo ajeno, o ni eso, porque cuando delira cual urbanita exaltado, asusta. Pero no todo son gentes populachas con ínfulas de estrella estrellá. También hay regios como Ernest, que haría grandes migas con esa mujer apellidada Botella y que planea su salto empresarial con la frutería: Peras&Manzanas.
Son todos los que están pero no están todos los que son, porque los malos ejemplos mediáticos o famosiles se cuentan en cienes y cienes. Cada uno en su estilo exaltan valores contrarios a lo que se espera de un líder de mass media. Un contexto que no permite sacar la patita ni para que tome aire fresco. Las normas son rectas y la rebeldía con ánimo de difusión se acaba pagando caro, por mucho que la coyuntura sea favorable en el corto plazo. Y es que si ya las cabezas con dedos de frente de la ONU dan la voz de alarma sobre prototip@s que enarbolan la bandera del desfase liberalizado. Y aquí no se pueden poner puertas al campo, pero entiendo que los intentos de cordura ejemplarizante. Porque que personajes/ajas así se conviertan en iconos a imitar, parece cuanto menos sorprendente. Quizá hayamos perdido la cabeza al unísono, pero que los excesos con efectos megasecundarios se hipervaloricen suena incomprensible. Nada que ver con la defensa monacal de la diversión. No es eso, sí tener un juicio lo suficientemente crítico como identificar lo salvable y lo deleznable.
Me leo y parece un intento de sentar cátedra sobre la cuestión y los cuestionables. Ni mucho menos. Sólo es una opinión que nace del descrédito, frente a la euforia de otros que aplauden las salidas de pata de banco de estas celebrities en estado de desgracia. Tristeza desenfocada.
1 comentario:
Estoy de acuerdo contigo, aunque vivan los excesos esos que nos damos cuando el cuerpo pide bacanal de las nuestras, no?
Como echo de menos algo así con compañía club-bacanal.
Besotes ;)
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