Aunque los contextos te apoderen de gratis, no siempre son propicios para textualizarlos. Porque cuando la indignación innata sale a relucir, todo cobra una dimensión subjetiva de más que hacer perder los papeles o las teclas. Aún así no puedo pasar por alto este día de doble dirección. Anoche el surrealismo musicalizante consiguió rebajar las pocas libres brillantes de un festival que merecía algo más que una mofa masificada. Hoy las urnas echan humos y las papeletas se presentan rebosantes de ideas rancias, cadudas o futuribles. Y así en la dualidad de los votos hay que manejarse.
Primero con la incomprensión por bandera, porque si alguien descreía en Eurovisión ahora más que nunca ha rematado las ínfulas de un festival en estado de cuasi putrefacción. Quizá el papel para cualquiera del racimo en diez de finalistas no hubiera sido fácil, incluso hundible. ¿Quién se acuerda y aúpa a los últimos representantes patrios? Ni la inteligible Rosa es capaz de subirse al estrellato, por sus limitaciones más que evidentes. Por eso para los candidatos a musicalizar este país de pandereta el pase final era un arma de doble filo. Ganó el que menos tenía que perder, porque se limitó a su papel guionizado por mentes supermileurista y corte de amigos con ente propio y plataforma mediática by the face. La cara de la segundona Coral, una de mis diva de cabecera, era un poema. Respondía a la ingratitud de una gala mal realizada y peor presentada por una italiana que no explota ni con las minas antipersona. El conjunto fue del todo triste y era lógico que mi compañera de fatiga musical cayera en sueño profundo ante el sopor. Qué dirán los suecos (o semi ídem) de tamaña desfachatez, ellos que tan a pecho se toman la causa festivalera. De incomprensión supina.
Segundo, hoy es un día para recordar. O no. Mañana marcará la verdadera dimensión de este domingo electoral, fiesta de la democracia. La exaltación de la papeleta. Las hogareñas, las impuestas, las ocultas tras cortinas, las visibles con orgullo, las risibles, las injustas, las esperanzadoras, las escépticas, las inmorales, las incrédulas, las nulas... De todo hay en la viña de la urna. Una tipología extensible a los funcionarios por un día, incluso a los interventores de toda causa política. Me impactó uno especial, con una camisa impopular en verde vómito por mucho que su fuerza fuera la mariana. Una kiosquera miraba con ojos atónitos el ir y venir entre lluvias intermitentes. Quizá el contexto trágico, una vez más, haya concienciado de la necesidad de acudir a depositar un derecho y una obligación. Cada voto representa un papel con entidad propia. Una personificación material con espíritu ciudadano. Si, de verdad, el pueblo se hace digno y se dota de representantes sin don de la oportunidad y sí de la igualdad, el crecimiento y la dignidad, todo habrá merecido la pena. Las lecturas llegarán mañana. Hasta entonces toca cruzar los dedos y aspirar a que en esto no gane un chikilicuatre de la vida con ínfulas arcaicas o mentiras en la cartera vital.
Pero nunca llueve a gusto de todos. Ojalá que escampe.
3 comentarios:
me ha encantado lo de hoy.gran fin de semana de democracia,jajjaj.y si me dormi porque fue un rollo, salvado por tu compañía y la verdad es que no me perdí nada,jaj, lo importante lo vi.
besazos.copito
Pues los suecos no sé lo que pensarán, pero el fin de semana comenzó fatal por culpa de Chikilicuatradas cutres y artificiosas. Ahora resulta que para que no le descalifiquen TVE ha decidido cambiar la letra de su canción... poco tendrán que hacer, porque con una letra tan básica pueden recitar hasta el abecedario si quieren...
Besos de decepción electoral-eurovisiva ;)
Por cierto, la foto de esta entrada blogera me da miedo... parece el padre Apeles. Pensaba que ibas a hablar algo de la Iglesia...
Que miedo... los curas pidiendo su voto... te imaginas? como si no tuvieramos bastante ya con las que montan... ¡con la Iglesia hemos topado!
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